Creatividad en escenografía
La nostalgia y los escenarios
Un proyecto reciente me ha hecho meditar acerca de las nuevas tecnologías: su uso y abuso. ¿Será el fin de las soluciones creativas en los escenarios contemporáneos?
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La puesta en escena es uno de los retos cumbres para un diseñador. Las adaptaciones, los fondos, muchos ambientes diferentes, escribir guiones escénicos, ensayos de tramoya, configuración lumínica, aspecto de los elementos de utilería y su enlace sémico. En fin, largas jornadas de trabajo con el único objetivo de cautivar al público.
Hace un par de décadas me sentí maravillado cuando vi cómo, en un efecto luminoso de «black out», cerca de diez utileros transformaron un escenario en pocos segundos, frente a mis atentos ojos que desde de ese instante no prestaron más atención al argumento de la obra. En ese momento supe que las poleas, las luces, los planos inclinados, las rieles, los pesos y contrapersos serían mi pasión.
Hoy en los performances se está tendiendo al uso y abuso de la tecnología, reemplazando de esa forma las artes escenográficas y transformando al teatro en un refrigerador gigante, donde los actores quedan en un segundo plano: la intensidad lumínica de las pantallas de LED es tan intensa que los opaca.
Sería bueno que los directores, escritores, y escenógrafos vuelvan su mirada al ser humano y utilicen sabiamente la tecnología; que los directores de arte y escenógrafos planteen soluciones creativas donde sean las máquinas las que queden en un segundo plano; que los diseñadores e ingenieros de luces participemos del proceso creativo y encontremos la mejor manera de ocultar esas luces gigantescas y tan ruidosas visualmente.
La exigencia del público es cada vez más alta y, aunque es cierto que los tiempos son otros, valdría la pena replantear la simbiosis hi-tech con el vintage, la mecánica básica con la ingeniería compleja, para contar historias de humanos para humanos.
Ya no sorprende que en los performances contemporáneos las luces multicolores de los robots, proyecciones, mapeos sobre estructuras arquitectónicas, motores y montacargas sean casi un miembro más del staff e incluso aún del elenco. En los grandes conciertos o intervenciones al aire libre, toda esa carga de hi-tech cierra la creatividad en escena limitando la utilización del espacio a jukeboxes (como las llamo), entornos muy limitados en donde la construcción de espacios para contar historias merma hasta el punto en que «todos los shows se parecen».
Claro está que con estas nuevas tecnologías la creatividad se expresa de distinta manera —en la cromática de las escenas o en las cortinas intervenidas con motion graphics—, pero aún así el elemento de sorpresa ya casi no existe. El público se está acostumbrando tanto a la tecnología que una puesta en escena basada en trabajo artesanal hoy podría asombrarlo mucho más.
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