El ser, la nube, el diseño y la cultura de consumo

Estética y anestesia. Caducidad programada, clanes difusos, redes sociales y otros.

Emmanuel Calvo Canossa, autor AutorEmmanuel Calvo Canossa Seguidores: 6

Andrés Gustavo Muglia, editor EdiciónAndrés Gustavo Muglia Seguidores: 138

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Lo preexistente, para cada persona, es ella misma. Por medio de la propiocepción, su sistema nervioso se autoestimula, bioquímica y electrónicamente, para «crear», mediando procesos cerebrales, desde lo límbico hacia lo cortical, la consciencia de su propia existencia. Soy «Yo», esto que existe palpitando a lo interno de mi piel, más aún, hacia dentro del «espacio» delimitado por mi psicoesfera.

Ethos (la Guarida del Ser)

Ante la evidencia de mi existencia, descubro la otra «existencia» la que está constituida por todo aquello de lo que no tengo «intima certeza». Todo aquello que, para poder darme una sensación, necesita «impactarme» con una energía externa a mí. Estas energías externas, me «comunican» que existen otras «fuentes radiantes», energías establecidas como «índices semióticos» de la existencia de todo aquello que surge en un centro diferente al mío propio.

«YO» en medio de una multiplicidad de formas de energía que «llegan» a mí, y ante las cuales tengo graduadas respuestas de consciencia. Este conjunto de «energías estimulantes» construyen en mí la noción de un ambiente, que está compuesto de identidades, todas diferentes en sustancia a mí. Así puedo conocer que existe una «Guarida» en medio de la cual «Yo Soy».

En la «Guarida», no estoy solo, ella misma es «compañía». También su naturaleza es diversa, está constituida y delimitada por los otros «Seres», otras «Cosas». Básicamente, porque los «seres» emanan energías desde su propio centro y reflejan las energías de otros de identidad semejante, mientras las «cosas» únicamente reflejan la energía radiada por seres. Enfrente y rodeado de todo ello, soy y estoy, junto con lo «animado» y lo «inanimado».

La Ética (el «Ser» en relación con la Guarida, los Seres y las Cosas que la componen)

Los «Seres» que tienen consciencia de sí, tienen la motivación inmanente de continuar siendo, es decir, de prevalecer presentes, ocupando su lugar en la Guarida; así interactúan y resuenan con los componentes de ella. Se interactúa en forma diferente con una «Cosa» que con un «Ser», pues estos últimos manifiestan sus intenciones.

Las «Cosas», inanimadas, «están» entonces, determinadas en su identidad por mí o por el «otro». La «Cosa», según refleje, me corresponde o le corresponde al otro, de quien me da evidencia indicial; surgiendo lo «apropiado» (en el sentido de lo que es «adquirido» como propio y de lo que es «correcto»).

«Moralis» (de lo que puedo «apropiar-me», de, y en, la Guarida)

El «Ser» se determina en niveles, sus intenciones y la fuerza con que estas prevalecen delimitan su libertad de actuación, por tanto su forma de existir. Así, lo «apropiado» frente al «Ser» es siempre relacional, en equilibrio con las diferentes expresiones de la identidad de cada uno.

La «Cosa», carece de determinación propia, de manera que las relaciones del «Ser» con ella siempre son impositivas, delimitadoras. El «Ser», se apropia de las «Cosas», de las cuales lo único que espera es la «ampliación» de sí mismo, la «Cosa» se convierte en extensión expresa del que «Es», quien es libre para imponer su determinación e intensión sobre lo que no las tiene, por sí.

Cronos, tercera esencia (la secuencia de los presentes)

Todo «Ser», experimenta la noción de presente. También hay memoria, el «Ser» recuerda lo que se determinó y lo que se expresó anteriormente, y que tales acciones tuvieron repercusiones e influencia en este presente. Más aun, el «Ser» puede ahora, conociendo estos hechos, esperar que en un momento posterior se determinará, se expresará y será afectado por lo acaecido en el presente actual.

En la secuencia de presentes, las interrelaciones son diversas, variando según los «Seres» y las «Cosas»; generando  grados de «provecho» resultante. Así conviene o no invertir energía en las relaciones, dependiendo cuál es el «gasto» relativo. El «Ser» consume energía propia y parte de la que fluye en la Guarida, con relación al tiempo.

El «Ser» busca prevalecer, necesita por tanto «reponer» la energía que se consume en la propia expresión. Asimilar otras energías y «Cosas» que las reflejen, se hace relevante para existir. «Consumir» es la más básica expresión para la sostenibilidad del «Ser».

Consumo, diseño y cultura

Adquirir, asimilar y obtener provecho, en el sentido de restaurar el equilibrio de energía, es básico para la «logística» sustentadora del «Ser».

La energía se consume y se transforma, de energía externa a energía propia (íntima); esta asimilación, implica a su vez una inversión que debe ser repuesta con superávit, para que la existencia se haga sostenible con provecho. Este «metabolismo», genera una serie de desechos, que en potencia o esencia resultan inadecuados para ser consumidos; pues haciéndolo generan un desequilibrio, una pérdida infructuosa de energía.

Existe una manera «inteligente» de proyectar el Ser y de consumir las expresiones de esos otros «Seres», de forma que cada cual se sustente, y a los demás que comparten la Guarida.

Respecto al tiempo y la manera de apropiarse, existen fórmulas eficientes. De esto surge la necesidad de «Proyectar», de «Planificar», con respecto al objetivo esencial de prevalecer; así el «Diseño» se descubre como una actividad fundamental del «Ser» y su expresión.

Cultura, será en esta argumentación planteada, el conjunto, la colección de memorias sobre, y, de los «Diseños» apropiados; de aquellas «proyectaciones» más exitosas, en términos de la prevalencia del «Yo» y los demás «Seres» coexistentes en la Guarida.

Cultura de consumo

Esta frase está relacionada al repertorio de todas las buenas prácticas proyectuales concretas, para obtener el máximo de restauración de la energía para garantizar la prevalencia de los «Seres» que comparten, de una manera edificante para todos, la Guarida.

«Cultura de Consumo», se usa en oposición a la promoción sistemática y colectiva de la adquisición desenfrenada de «bienes de consumo»; forma patológica de la autoestima, que confunde «Ser» con «Tener» (Adquirir).

En la interacción de los «Seres» debe existir «gratuidad» y el «altruismo», como formas de garantizar el respeto mutuo a la dignidad determinativa y a la libertad del otro, sino se «cosifican»; pretendiéndose medios en lugar de fines en sí mismos.  Eso promueve una «Guarida decadente», donde se sustentan manifestaciones no virtuosas. Allí lo único que importa es la dominación de unos pocos sobre la mayoría, que es manipulada en sus más esenciales necesidades; convenciéndola de seguir siendo la sustentadora, cada vez más explotada, del «Sistema».

El compromiso entre la «necesidad del Clan» y el «individualismo consumista»

No existe un «Ser» equilibrado sin la noción y evidencia de la «Guarida». De manera que el «Ser» siempre manifestará una tendencia atávica hacia la integración en «Clanes» (conjunto de «Seres» que comparten una manera recíproca, una «identidad» y expresión semejantes). También repasamos que, la medida para reconocer la existencia de todo el Universo, es nuestra propia «noción existencial, individual y autónoma».

El Consumismo ha manipulado la consciencia del «Ser», hacia esa prevalencia de lo individual, de lo exclusivo, de lo único como determinación diferenciadora de lo esencial. Históricamente, para garantizar la rareza era menester la manufactura artesana de suntuosas «piezas únicas», de modelos reconocidos por la colectividad que, al fin y al cabo, establecía el «valor» y el «precio» del objeto ostentado.

Con el advenimiento de la industrialización hubo quienes cayeron en la avaricia, dedicándose a «reproducir» masivamente «piezas únicas», con el único interés económico de mantener los precios, distribuyendo y vendiendo grandes cantidades de bienes; con las obvias repercusiones en los ingresos por medio de la usura y la especulación; creándose grandes consorcios comerciales y «capitales» internacionales.

El sinsentido tarde o temprano fue evidente. ¿Cómo es posible que yo obtenga algún beneficio para mi identidad individual con la ostentación de una «pieza única», cuando es en realidad sólo un ejemplar en una edición de miles de ellas? La «inteligencia consumista» creo un argumento falaz para responder:

«…Es porque Usted es parte de un selecto grupo mundial, que tiene acceso, mientras millones solamente podrán, cuando mucho, aspirar, soñar a poseer lo que Usted tiene. Además porque Usted sí se lo merece…»

La locura fue desbastando el planeta, sobreexplotando los recursos naturales y esclavizando naciones enteras, en coherencia lógica con la insostenibilidad fundamental de las ideologías de fondo. Para los explotadores y quienes lucran materialmente, también el «modelo» ha resultado, en la «economía de escala», insatisfactorio con respecto a los Balances Financieros y Comerciales.

Surge así la «Caducidad Programada» bajo criterios comerciales arbitrarios, imponiendo nociones como la «estacionalidad» a bienes y servicios que son en realidad independientes a los cambios del tiempo, asumiéndolos en Programas de Moda. Estos ha sido el paliativo con el cual las economías de «Burbuja» se han expandido globalmente, promoviendo la Especulación de Mercado, las Emisiones Inorgánicas de monedas y el «Dinero y Crédito Plástico»; con su amable mito de la «Capacidad de Endeudamiento». Hagamos un pequeño esfuerzo de la imaginación para estimar de qué tamaño deberían ser las reservas materiales de Oro, para respaldar las principales monedas internacionales; ni con la masa de la luna en oro, se podría hacer; pero seguimos «creyendo» que sí.

Volviendo a la «Caducidad Programada», hay un nuevo tipo de «Clan»: los «Consumistas de Calendario y Generación». Argumentos del tipo: —mi blasón, el que me define teniéndolo, es de la generación vigente, número y modelo tal. Si tu no lo tienes «perteneces» a un Clan parecido pero inferior— (este argumento nunca lo esgrime el que está en condición de desventaja vergonzosa).

En esta escalada de desenfreno irracional, el peldaño reciente lo ejemplifica la «Nube», el Mercado Virtual; todos aquellos servicios que se constituyen en «bienes de Consumo» gracias a la «avatarización». Surge así la forma más refinada del «Clan Difuso», un «grupo cultural y de consumo» que me define individualmente, haciéndome parte de un selectísimo grupo globalizado; que cambia segundo a segundo, a fuerza del nuevo «medio» y poder de intercambio comercial que es el click.

Continua la insatisfacción humana. Como lo efímero de estos «Clanes Difusos» es tan abrumador, surge la necesidad de corresponderle con un anclaje a la realidad objetiva, como referente superficial, claro está; vienen a ocupar nuestra vivencia contemporánea las Redes Sociales. Es así como a partir de la evidencia de la existencia de un pequeño grupo de personas conocidas en nuestra vida (unas 5000 en los más extraordinarios casos de popularidad), nos hacemos a la idea de comunidades volubles de cientos de miles y millones, que ingrávidamente flotan en la Guarida del Universo; transformando recursos económicos y existenciales en Likes (otra forma de Click).

Causas, grupos de interés, páginas de seguidores, muros de comentarios, etc., constituyen los puertos de acceso para la congregación de los «clanes difusos».

Las grandes redes de «servidores» informáticos son las catedrales virtuales, donde existe la «nube». El Aliento Vital de este nuevo culto es la Religión del Consumismo Global, que quiere relegar al Diseño y su oficiante a un simple Acólito o Monitor que perpetúe el «rito»; un cómplice en la manipulación de lo esencial del «Ser». Religión donde los Sacerdotes y sacerdotisas son provistos por los seminarios de Mercadeo, los Obispos son Financieros y sus Cardenales son Economistas.

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