Sin mapas para el inframundo

Leonor Arfuch ha situado el punto nodal para un nuevo mapeo en lo que denomina «cánones de la visualidad estereotipada» (Arfuch, 2009: 16). Esto ayuda a trazar un lienzo sobre los prejuicios y la intencionalidad oculta en la creación de mensajes e imágenes en una era en la cual todo es efímero. No siempre estamos dispuestos a aceptarlo, nos cuesta admitir que hemos caído en los trucos de una realidad interpelada por el diseño, en la que buscamos permanentemente marcar nuestra diferencia y el afán de superación. Los nodos se ubican sobre el territorio de la comunicación; en ciertos sectores se aproxima, mientras en otros sucede lo contrario, se dificulta asumiendo intrincadas poses que intentan proteger linderos que ya se han desbordado.

Dicha complejidad se rastrea en el uso de las palabras, que no solo vinculan conceptos de la realidad; también los ocultan en la ambigüedad. Para ejemplificar, al escribir o pronunciar inframundo, una palabra que otrora invocaba un universo simbólico pagano, el término se desplaza a connotaciones peyorativas. Esta palabra es ahora un eufemismo que distingue lo marginal, lo que no esta socialmente integrado. En ese sentido parece que el diseño gráfico en ocasiones habita esa región distante, reafirmando su complejo de inferioridad frente a otras disciplinas. Sin embargo, aunque el campo laboral lo mantiene en sus límites, existen referencias en la producción cultural que dan cuenta de su impacto, sobre todo en la ciencia ficción, género narrativo que permaneció en un abismo antes de ser legitimado por las investigaciones académicas ¿Será que, así como la ciencia ficción logró ascender, el diseño hará lo propio fuera de las formas narrativas que lo invocan?

El inframundo fue trazado inicialmente por Dante en su excursión catártica acompañado del poeta Virgilio, abandonando toda esperanza al ingresar en sus puertas. La mirada católica de Dante fue desplazada hacia la visión literaria de Kingsley Amis, aficionado a la ciencia ficción, quien comprendió que este género fue rotulado como el averno de la literatura seria. Su registro quedó plasmado en el ensayo New Maps of Hell (1960), cuya trayectoria sigue de cerca una tradición retórica que inicia desde Swift y Los viajes de Gulliver hasta los autores de la generación beat como Burroughs. Tanto Amis como Dante cumplieron su labor visibilizando lo marginal de sus entornos. Continuando una intención análoga, desde el diseño como mi contexto, formulo un nuevo sendero que ha sido registrado del todo: el diseño en la ciencia ficción.

En la línea de ciencia ficción se revela el lado oscuro de la tecnología y los mundos distópicos, cultivado por autores como Philip K. Dick y William Gibson. En una indagación preliminar de sus obras, se evidencia que ambos hacen referencia al impacto del consumo y las marcas. Dick en La penúltima verdad (1964), habla de la manipulación de información y los procesos gráficos que se siguen para simular la autenticidad de documentos inexistentes. También lo hace en Ubik (1968) donde la cultura material sufre una regresión hasta su origen en el siglo XIX, constatando implícitamente el impacto del diseño en dichos procesos. Por otro lado Gibson, célebre autor de Neuromante (1984), abrió la senda al ciberpunk, en Trilogía Bigend, integrada por los libros Pattern Recognition (2003, traducida como Mundo Espejo), Spook Country (2007, País de Espías) y Zero History (2013, Historia Zero), aborda el marketing, las tendencias y la condición efímera de ciertos fenómenos clandestinos como el metraje, en los que el diseño se convierte en protagonista.

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