Regular la profesión
La falta de reconocimiento y de valoración del trabajo del diseñador es una realidad que nos alcanza y que podemos comenzar a revertir.
AutorJulián Verna Seguidores: 11
EdiciónFernando Rodríguez Álvarez Seguidores: 216
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La falta de reconocimiento del diseñador profesional por parte de la sociedad —o al menos de forma habitual por nuestros clientes— es uno de los temas más recurrentes entre diseñadores. A esta temática se añade la competencia desleal que representan los numerosos egresados de cursos de dudosa seriedad, que se realizan en periodos de tiempo cortos, que influyen de forma negativa en la profesión.1
Estos temas, por demás trillados, representan las quejas cotidianas entre muchos diseñadores del sector cada vez que se hace catarsis sobre los vaivenes de la profesión, porque repercute de forma importante en el factor económico a la hora de comparar y evaluar honorarios y servicios.
Gran parte de la responsabilidad de estas situaciones corresponde a los propios diseñadores. Sin entrar en el tema de la «lucha de egos» existente, es posible que el manto de informalidad en el que muchas veces nos desempeñamos sea la causa principal.
Pertenecemos a una profesión que no recibe el mismo reconocimiento que otras ocupaciones consideradas tradicionales; de ahí que resulte interesante analizar qué es lo que podemos copiarles, para —en forma comunitaria— otorgarle mayor jerarquía nuestra profesión. Indiscutiblemente, la falta de una normativa legal y contable que nos responsabilice a todos, es uno de los principales puntos a tener en cuenta para comenzar un análisis de la problemática. Prácticamente no hay legislación que nos regule, que nos brinde un amparo, un marco de funcionamiento, con reglas claras que sustenten y respalden la actividad profesional del diseño. Para conseguirlo es imprescindible —o más bien imperativo— actuar en forma colegiada o gremial, por ciudades, distritos, regiones, provincias, conformando instituciones que se puedan enfocar a resolver el problema.
Existen varias agrupaciones y asociaciones en algunas ciudades o regiones, pero, por diferentes motivos —falta de convocatoria, de compromiso o de interés—, hacen que sus alcances resulten limitados. Es hora entonces de ponerse a trabajar hacia dentro para revertir esa situación. Por ejemplo, podríamos conforrmar colegios que nos agrupen de forma seria y democrática, para consensuar entre todos las normativas necesarias para generar espacios aptos que certifiquen el desempeño profesional, que permitan proteger a los diseñadores que trabajan en forma independiente o como empleados, y que brinden un asesoramiento sobre temas contables, de honorarios y de asuntos legales para todos los profesionales. Necesitamos instituciones que promuevan la posibilidad de generar espacios de investigación, de estudio y formación de posgrado, cada vez más necesarios para la actualización permanente y el debate riguroso.
Sin duda, es un largo y difícil camino por recorrer, pero en algún momento que habrá que comenzar a transitarlo.
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