Frías sobre ¡Puta! ¡¿Qué c… dices, cabrón de m…?! (36408)
Diálogo iniciado por Emiliano Frías en el artículo ¡Puta! ¡¿Qué c… dices, cabrón de m…?!
Esto no es un artículo, sino una carta de lectores. No hay ningún aporte, además de la crispación, enojo y frustración del autor. También se percibe un encono personal con la dirección del foro del que somos ajenos. No veo por qué debemos asistir a este berrinche cuando la queja ya fue cursada en privado. Si García está insatisfecho con ForoAlfa puede dejar de leer y participar, pero por favor, basta de esta diatriba agobiante, interminable e improductiva.
¿Y por qué no piden mi expulsión?
Por mi parte, seguiré ejerciendo mi derechp a coincidir o disentir con vuestro permiso o sin él.
Y hablando de provocación, me pregunto… ¿qué hace más daño: un maleducado o un troll? Ver definición de troll en este Enlace
«–Si quieren competir por los «honores» con los hombres, habrá por fuerza que poner en sus manos y sin reservas a los escritores clásicos de la antigüedad; en otras palabras, habrá que enseñarles las obscenidades de la literatura griega y latina (,,,)»
Rvdo. J.W. Burgon, impugnando desde el púlpito el ingreso femenino a Oxford. Citado por Alberto Mangel. «Lecturas sobre la lectura», Edit. Océano, México, 2011.
Algunos académicos actuales esgrimen discursos similares a éste, ¡de 1884!
Luciano: Una cosa es que un afamado escritor use las malas palabras en sus escritos y otra es proferirlas para llamar la atención en un título. Una mala palabra tiene intención de ofender o menospreciar y se producen por emociones negativas. Expresar las malas palabras de manera meditada (Como en este título) es «la manifestación psicológica y lingüística de un sistema emocional afectado.».. Según una página de filosofía para la vida y para el alma. Yo entiendo que Jaime Sabines las use a causa del dolor de saber que su padre tenía un tumor, pero en un foro de profesionistas (Educados) no.
No satisfecho con descalificar en reiteradas entradas el lenguaje empleado, cree oportuno descalificar además el estilo literario también reiterada,mmente –quizá indigno de su presunta prosapia literaria– , desprecia la capacidad argumentativa ajena y, últimamente, se arroga el derecho divino de descalificar la estabilidad emocional y psicológica del autor. Un encanto de persona.
El caso perfecto del censor abnegado.