La ciudad habitable, vivir en comunidad

Las relaciones interpersonales como punto de partida en la creación de ciudades habitables.

Marco Ortega, autor AutorMarco Ortega Seguidores: 3

Ilustración principal del artículo La ciudad habitable, vivir en comunidad

Pensar en la vivienda como medio para satisfacer la necesidad de refugio, es limitarnos al simple hecho de utilizar un espacio, sin pensar en quién lo va a habitar. Se hace evidente entonces que la necesidad del ser humano, más que de estar en un lugar, es de habitarlo, y esto implica un sinnúmero de posibilidades, necesidades y dinámicas propias, que forman parte del contexto de cada persona o grupo familiar. De este modo, la intención de la construcción de la vivienda debe abarcar, si no todas, al menos la mayor parte de las dimensiones del ser humano, como individuo social, cultural, político, económico, espiritual, etc., y entenderse como un proceso que media entre las necesidades del habitante y la arquitectura.

El hábitat, entendido como un espacio propicio para que ocurra la vida de uno o más organismos, es, en si mismo, un conjunto de satisfactores que dan respuesta a condiciones elementales para que un ser humano realice sus actividades, tanto al interior como al exterior del espacio de habitación. Y es que no se puede desconocer que la vivienda es parte de un contexto espacial que la nutre y contribuye con su desarrollo. En este sentido, vemos la vivienda en dos dimensiones: una interior, privada, donde transcurre la vida familiar o personal, y otra exterior, publica, en tanto forma parte del entorno que la circunda y la conecta con la con la ciudad. Puede decirse, entonces, que las relaciones internas y externas promueven la habitabilidad de un espacio, y generan sistemas residenciales particulares, dependientes del sistema urbano de la ciudad.

Los sistemas residenciales se configuran a su vez en modelos organizativos que diversifican la ciudad. El barrio, el conjunto cerrado, las viviendas en altura, son la morfología que adopta la ciudad y que la transforma con el paso del tiempo, tipificándola en «modelos antagónicos representados por la ciudad compacta y compleja, y por la ciudad difusa y dispersa en el territorio» (Rueda, 2002, p. 24). Son ciudades que conviven en una misma ciudad y que, al mismo tiempo, la consolidan y diversifican.

La ciudad se extiende en la medida de sus posibilidades en función de la normativa vigente, los factores económicos, las condiciones del suelo, etc. Esta son algunas de las determinantes que median y modelan la construcción de unidades residenciales, y son estos aspectos los que muchas veces condicionan la planificación de un proyecto. No obstante, esas determinantes muchas veces dan lugar a edificaciones estandarizadas, carentes de significados contextuales, en las que se pretende acomodar familias sin tener en cuenta sus composiciones. A este respecto, Mejía afirma que:

«Las dimensiones y espacios de los apartamentos restringen, por lo mismo, las posibilidades de flexibilidad y cambios, con lo que además se está determinando el tipo de familia y el número de hijos o el número máximo del grupo familiar que pueda acceder a este tipo de soluciones y, de igual manera, estipula el tipo de electrodomésticos, de mobiliario y otras cosas que debieran tenerse: esto es muy diferente a una libre elección desde la necesidad o la capacidad».

Mejía (2006, p. 138)

Las soluciones de vivienda estandarizadas, precarias en cuanto a la resolución de problemas complejos de habitabilidad, destruyen por completo los conceptos de diseño centrado en el usuario. No reconocen las diferencias entre los individuos, y mucho menos entre grupos familiares.

Para Múnera y Sánchez (2012), «el hábitat y las formas de habitar humanos se construyen, de-construyen y re-construyen permanentemente; se podría decir que el hábitat y el habitar humano no ‘son’, sino que ‘devienen’, a partir de la interacción de individuos y grupos humanos diversos» (p. 77). De aquí, la relevancia de propiciar espacios de relación interpersonal en las unidades residenciales, de superponer las condiciones aptas para la construcción de un proyecto que potencie la generación de comunidades heterogéneas capaces de apropiarse de un territorio. Se necesita diseñar, además, una trama cargada de espacios comunes, comerciales y sociales que contribuyan a la dinamización de las unidades residenciales, entendiéndolas como la «asociación de equipamientos y casas» (García-Huidobro et al. 2010, p.13), donde el espacio construido y el espacio público se fortalezcan en una especie de armazón permeable que contribuya al desarrollo de la misma unidad.

La ciudad habitable, por tanto, deberá ser capaz de yuxtaponer los componentes urbanos y las dimensiones humanas, para promover el confort y bienestar, en una suerte de composición sinérgica que, eventualmente, responda a la construcción de relaciones interculturales heterogéneas, cargadas de significados compartidos, y generando, en suma, comunidades dentro de un modelo de ciudad amigable con sus ocupantes.

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Bibliografía

  • Ballén Zamora, S. (2009). Vivienda social en altura: Antecedentes y características de producción en Bogotá. Revista INVI, 24(67), pp. 95-124.
  • García-Huidobro, F., Torres Torriti, D., y Tugas, N., (2010). PREVI Lima y la experiencia del tiempo. Revista Iberoamericana de Urbanismo, (3), pp. 10-19.
  • Mejía Escalante, M. E., (2006). Del discurso de vivienda al espacio de residencia. El caso de vivienda en altura en sistema constructivo de cajón (Tesis de Máster). Universidad Nacional de Colombia, Medellin.
  • Múnera, M. C. y Sánchez Mazo, L. (2012). Construcción social del hábitat: reflexiones sobre políticas de vivienda en Colombia. En J. Erazo Espinosa. (Ed.), Políticas de empleo y vivienda en Sudamérica. (pp. 75-92). Buenos Aires, Argentina: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO.
  • Rueda Palenzuela, S. (2002). Modelos urbanos y sostenibilidad. En Congreso de Ingeniería Civil y Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. (Ed.), I Congreso de Ingeniería Civil. Territorio y Medio Ambiente. (pp. 23-48). Madrid, España: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.
  • Salinas Arreortua, L. A. (2013). La gentrificación de la colonia condesa, ciudad de México. Aporte para una discusión desde Latinoamérica. Revista geográfica de América central, (51), pp. 145-167.
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Retrato de Eyder Camilo Ramirez Narvaez
0
Feb. 2018

Buena reflexión Marco, pienso que es algo que no ocurre, sobre todo, en proyectos de vivienda de carácter público.

1
Retrato de Alejandro Motoa
0
Feb. 2018

La vivienda es el principal espacio para el hábitat humano, y el lugar más adecuado para la formación de personas. Desde ahí parte la creación de ciudades habitables y buenos ciudadanos, personas educadas.

Lastimosamente, en la actualidad, no se diseñan, ni se construyen viviendas para las condiciones de vida específicas de cada familia, pues debemos entender, que la "estandarización" no refleja una calidad de vida decente.

Te felicito Marco!

Muy interesante tu publicación!

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