El silencio del diseño gráfico durante la pandemia
COVID-19 ha conmocionado a los diseñadores gráficos. Tiene miedo comprometerse en las urgencias.
Estamos en el umbral de otra época, con la respiración contenida, exhalando angustias ambiguas, desbordes de júbilo, dudas insistentes, desesperación y hambre. Temor por un devenir incierto cargado de tensión: «Haz esto», «Ponte esto», «Come de aquí», «No vayas por ahí», «Es mejor que te prepares porque esto es largo y no habrá comida, ni trabajo, ni…», «¡No olvides lavarte!» y «No te acerques a nadie, ¡A nadie!».
Cada uno con su multitud de preguntas e incertidumbres, agravadas por la desquiciada, esquizofrénica y contradictoria diversidad de datos, fuentes, números, información cargada de las vilezas económicas y políticas. Cada estado y pueblo con su cultura, con su tener, ser, saber, hacer y poder, lidiando, inventando, mintiendo, imaginando cómo frenar, contener el minúsculo virus de la naturaleza que ha desordenado todas las formas de organización social.
Estamos experimentando el primer umbral de la época y el diseñador gráfico desde su refugio perceptivo dibuja signos, formas y colores. Frívolo, ayuda a publicitar los objetos de la emergencia sanitaria: barbijos símbolos del mercado. Otros diseñadores, en su letargo artístico, egótico, imaginan, crean e ilustran sus emociones y ansiedad a expensas de su cuarentena, con la esperanza de que otros las vean. Y aún otros más, quizás los convencionales y masivos, convencidos de su rol traductor visual, diseñan infografías, mapas, caricaturas, ilustraciones y gráficos a pedido. ¿De quién y para qué? No importa.
Otros, que además, peligrosamente enseñan diseño gráfico, enseñan lo mismo, lo de siempre, pero a través de otros medios. Los hay preocupados por los animales, por la naturaleza, por la bondad, por los pobres y abandonados, diseñando sinceramente con «responsabilidad social».
Y están los peores. Que no leen, no ven, no investigan, sacan todo de Internet y además lo venden. Viven y diseñan en pausa, con la normalidad de siempre, esperando el regreso a lo de siempre. Lo que ya no es ni será.
Cada diseñador se verá a sí mismo aquí o rechazará de forma contundente los retratos textuales y construirá su espejo. Pero de lo que sí estoy seguro es que el diseño gráfico está en conmoción, estado final de su precedente banalidad diseñando apariencia. Su rol secundario, estético, en el que él mismo se ha encerrado durante décadas de esfuerzo erróneo, está en silencio absoluto. El diseño gráfico se ha confinado detrás de las enfermeras y médicos, detrás de los policías y militares.
Ahora mismo que con tanta urgencia se necesita un sistema común visual para orientar a la humanidad. Ahora que urge sacar los lápices, marcadores y colores para pintar los espacios públicos y privados de acceso público, ahora que se necesita diseño gráfico útil en tiempo real y constante a la velocidad del arranque de época, se esconde. Tiene miedo de decir y hacer lo que sabe que puede hacer, tiene miedo de aceptar que el diseño es política y poder. Tiene miedo de decidir y tomar el control de los espacios para regular, orientar y facilitar la vida de la gente. Tiene miedo de comprometerse. Prefiere la retaguardia.
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