El pájaro muere en la jaula
Las escuelas de diseño a veces producen altos niveles de frustración en sus alumnos.
AutorCristhian Frias Seguidores: 7
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Durante mi formación en la universidad, a medida que pasaba los años fue creciendo mi frustración. Tal vez sea algo que le sucede a todo universitario sea cual sea la carrera o institución. Pero a diferencia de muchas otras carreras, la de diseño gráfico generalmente no es impuesta por los padres, como sucede con carreras más tradicionales. Es uno mismo quien la elige, sea por pasión, porque cuenta con ciertos talentos relacionados a la carrera o simplemente por estar interesado en trabajar en un futuro como diseñador.
Cuando iba cursando el final de la carrera muchos de los compañeros con los la inicié y esperaba terminarla, empezamos a experimentar problemas que parecían afectarnos en casi todos. Veíamos más y más personas abandonar la carrera y entrar a trabajar, o directamente darse por vencidas; cada vez más escuchábamos comentarios como: «El título no te sirve, el portafolio es el que te consigue trabajos», o «Aquí no valoran tú esfuerzo».
¿Cuál era el motivo de aquella frustración? ¿Los egos de muchos docentes? ¿El tortuoso y burocrático proceso de graduación? ¿La subjetividad que es muy propia de la carrera y de los evaluadores? ¿La necesidad de encontrar algún error y eclipsar los aciertos? ¿El poco conocimiento sobre nuevas tendencias y tecnologías de parte de los educadores, que en vez de actualizarse les es más fácil actuar de una manera pedante y quedarse estancados?
Si bien el mundo laboral efectivamente es difícil y con muchos retos, sobre todo a la hora de tener en frente a tus primeros clientes o tus primeros proyectos dentro de una agencia, no se necesita romper esa confianza en los estudiantes desde la universidad. Al contrario, los estudiantes necesitan trabajar en sus fortalezas, que los incentiven en su voluntad de romper paradigmas; no frustralos. El objetivo de las escuelas de diseño no debería ser que egresen profesionales a montones sino profesionales apasionados. Obviamente esa pasión debe nacer del mismo alumno puesto que toda acción que tome va a repercutir en su futuro, pero el educador juega un rol vital en todo esto.
Mientras sigo buscando un «viagra creativo» para mi pájaro ya muerto, espero que los educadores y las instituciones de formación reflexionen y se pregunten si están brindando realmente el apoyo necesario o, simplemente, están matando pasiones.
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