Diseño industrial en España: una realidad
El diseño puede contribuir a recuperar la economía, pero es necesario evitar la salida de profesionales y que se produzca en el país lo que se diseña.
AutorJosé Antonio Giménez Seguidores: 53
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En una semana, tres diseñadores industriales afincados en viveros empresariales1 de Valencia han hecho las maletas y se han ido a trabajar al gigante asiático. En España no encontraban proyectos ni empresas interesadas en sus propuestas. La noticia es desalentadora. Todos ellos son jóvenes, pero con notable experiencia, trayectoria y calificación. En España contaban con el respaldo de programas de emprendedores y habían recibido subvenciones para proyectos de I+D. Así y todo se han marchado.
Hay quien se lo achacará a la crisis económica actual. Otros considerarán que sus propuestas no tenían cabida en el mercado. Incluso habrá quien asuma que no supieron consolidar su apuesta empresarial. Es una cuestión estadística, algunos se quedan por el camino, especialmente en momentos de recesión.
Otra forma de verlo es considerar que la externalización de la producción a otros países —caso de China o India—, hace necesaria también la exportación de técnicos calificados que, a pie de fábrica, controlen, supervisen y gestionen esos procesos productivos. Así dejamos que ir a profesionales calificados y reducimos nuestra autonomía de producción. Eso, obviamente, afecta a los diseñadores industriales locales y debilita el margen de maniobra de las empresas, que hoy solo miran el balance anual, y no el futuro del mercado.
Esbozado el gris panorama, voy a compartir otra experiencia, mucho más alentadora, que demuestra que se puede diseñar, fabricar y comercializar un producto o mueble en España; exportarlo a todo el mundo y hacerlo con un proceso productivo y creativo 100% nacional —o como el caso que planteo, íntegramente desarrollado en la Comunidad Valenciana—, sin necesidad de externalizar la producción, importar materias primas o creatividad. Hay muchos casos similares de los cuales aprender.
Hace un año, una mujer emprendedora recibió un premio por concebir un sistema de señalización que mejoraba la seguridad de los menores en las zonas urbanas. En esencia, era una idea brillante apenas desarrollada. Requería de diseño, proveedores de garantía y de un plan de producción y distribución a gran escala. Aunque tenía ofertas externas, optó por desarrollar su producto personalmente y confiar en profesionales residentes en su propio país. El producto ya está en el mercado, cuenta con respaldo de importantes instituciones privadas vinculadas a la seguridad vial, se distribuirá en la península ibérica a través de El Corte Inglés, y ya tiene presencia en el mercado europeo: Alemania, Reino Unido, Holanda y Escandinavia.
Una de las cosas que más se ha valorado del producto es que sea 100% español, o europeo. Otro punto fuerte es que se ha concebido añadiendo «valores» a su objetivo principal, que es la seguridad: la educación. Así, la intervención de una diseñadora industrial valenciana especializada en proyectos sostenibles, reconfiguró el planteamiento inicial para elaborar este producto mediante un material reciclable y apto para el sector infantil —goma eva—, configurar un packaging responsable en cartón ondulado —también reciclado—, impreso en tintas ecológicas, además de dotarlo de «inputs», ergonómicos, formales y cromáticos que mejorasn su funcionalidad.
La materia prima le llegó desde Alicante, el envase desde Castellón, el montaje se realizó en Centros Especiales de Empleo (CEE) de la provincia de Valencia, y el producto se testeó en un certamen infantil en IFEMA y se presentó oficialmente en otro certamen nacional —esta vez en Feria Valencia— a finales de enero. Es cierto que los costes de producción podrían haberse reducido subcontratando la producción en otros países —cada vez menos notables—, pero también hubiera mermado el control y la calidad del producto final, se hubiera perdido el sello «Made in Spain», y lo más importante, el retorno económico de este producto en la economía local —o nacional— prácticamente hubiese sido nulo. Un retorno que, además del éxito de una firma o la contratación de los proveedores locales, se mide por impuestos como el IVA y el IRPF, que retornan a las arcas del Estado, y los empleos que se generarán —o, por decirlo de otra forma, las prestaciones de desempleo que se ahorrarán—. Un solo producto tiene este efecto. ¿Se imaginan el que tendríamos si apostáramos por producir los muebles y la iluminación españoles en España?
Dinamizaríamos la economía local, no perderíamos profesionales calificados, reforzaríamos la imagen de nuestra marca «Made in Spain», lo mejor de todo, ayudaríamos a que el país recupere su posición en el mercado internacional. Y eso significaría también que nos beneficiaríamos a título personal al mejorar en el estado del bienestar y la calidad de vida. Conceptos que muchos consideran intangibles, pero que influyen —y mucho— en las ventas.
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- N. de la R. Los Viveros Empresariales también son conocidos como Centros de Desarrollo Empresarial o Incubadoras de Empresas.
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