Diálogo Nº 23319
Diálogo iniciado en el artículo El sobrino del jefe: una historia de terror
No es lo mismo arreglar un caño roto en la cocina con una llave francesa de juguete, que llamar al plomero. Pero suele pasar que si llamo a un plomero me termina «matando», es decir, me cobra más por su ego que por el valor real de su trabajo a realizar. Y mientras lucho denodadamente con la llave de paso, y aún sabiendo que voy a tener que llamar a ese o a otro plomero en un mes, igual me arremango y lo hago yo.
Comparto tu opinión, pero eso ¿ocurre realmente? Digo, ¿es posible que para un mismo proyecto, diseñadores hechos y derechos tengamos tal amplitud de criterios para pretender como honarios valores considerablemente dispares? Creo firmemente que eso es lo que finalmente desacredita la profesión en sí, y es el punto exacto en el que el «sobrino del jefe» aparece.