Radiografía de un Post-it

La idea en el diseño no es más que un punto de partida. Llegar a ella supone un complejo proceso de procedimientos que aportan valor a la actividad creativa. La idea surge del análisis de varias situaciones y problemáticas, que en su interacción describen oportunidades de acción. Traducidas en productos o servicios, se puede inquirir en el mercado y satisfacer necesidades no cubiertas. Una idea no puede fructificar y madurar si lo hace de forma solitaria, sino que tiene que alimentarse de otras provenientes de otros contextos y perfiles.
Al igual que la innovación, las ideas no tienen que disponer de grandes tecnologías para adquirir un significado en la sociedad. Ni siquiera tienen por qué tener una gran extensión explicativa. Pueden ser banales, anecdóticas, breves e incluso triviales, pero no por ello dejar de aportar valor a la formación de una proyecto significativo.

Los diseñadores, o al menos aquellos que trabajamos en la concepción de nuevos productos o servicios, desde un punto de vista colaborativo y co-creativo, nos hemos apoderado de una herramienta a la que quiero hacer justicia en las siguientes lineas: el Post-it.

Concebidos inicialmente como un método de marcación de páginas en libros, los Post-it han ido incorporándose de forma natural a nuestras vidas a través de un aspecto discreto y práctico. Un soporte atemporal, ideal para pequeñas e instantaneas anotaciones que consideramos poco importantes para registrarlas en otros lugares. Esa intención integradora implícita en el canal, ha derivado en su adquisición como herramienta ideal para un comportamiento participativo y libre de juicios paralelos sobre la idea expuesta, cualquiera que esta sea. Se trata de un aspecto importante en un entorno creativo, colaborativo y multidisciplinar como lo es el diseño.

La importancia de ponerse en la situación de las personas para las que diseñamos, significa realizar trabajos que respondan a las expectativas de los usuarios. Esta actitud parte de la capacidad de entender y comprender las carencias que una persona pueda tener en la comunicación a terceras personas. Además, como diseñadores (extensible a otros ámbitos como la política) debemos proveer y diseñar los canales más adecuados para que los usuarios interactuen en el proceso creativo con la seguridad y comodidad necesarias para que articulen sus verdaderas problemáticas. Libres de complejos.

En el limitado espacio de acción que provee el canal, se evitan las inseguridades que las personas demostramos en el desarrollo de nuestras propias ideas. Los Post-it valoran la aportación de simples palabras, pensamientos o anécdotas sin previa reflexión, y de forma natural. Son el lienzo ideal de apuntes que más tarde pueden ser re-posicionados y reorganizados en cualquier superficie, con otros que estén relacionados, para formar aspectos y sensaciones comunes que los diseñadores tenemos que interpretar.

Aunque breves, son capaces de reflejar aspectos que hablan de nuestra experiencia, expectativas o modos de actuar, quizás porque son esas pequeñas piezas que forman los puzzles de nuestros modelos mentales. Si es probable que nuestro pensamiento esté formado por ideas interconectadas en un universo de mapas mentales, compuestos de millones de pequeños Post-it de papel, ¿por qué no reconocer ese pequeño «papel» del Post-it en nuestros procesos creativos?

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