Yves Zimmermann: La esencia del diseño

Aunque por razones de salud hacía tiempo que vivía alejado de la actividad profesional, Yves Zimmermann (Basilea, 1937 - Barcelona, 2021) ha sido un diseñador gráfico que ha marcado decisivamente la historia de esta disciplina, tanto en el ámbito peninsular como en el internacional. Su rigor y su originalidad venían marcados por su aprendizaje en su país natal, en la prestigiosa Allgemeine Gewerbeschule Basel, en el momento que el diseño abandonaba sus tributos a las Bellas Artes y se encaminaba hacia una racionalidad que priorizará la transmisión clara de los mensajes visuales.

Llegó a Barcelona en 1961, una época efervescente de nuestro diseño. Él ya había trabajado en Nueva York con el diseñador Bill Burtin y el arquitecto Ulrich Franzen, y en Montreal para los laboratorios Geigy como director de arte. En Barcelona ingresó como profesor de diseño gráfico en la escuela Elisava. En aquellos años mantuvo una estrecha relación con el más riguroso impresor de la época, Paco Casamajó, con quien editó la revista Documentos de comunicación visual, con colaboradores como Alexandre Cirici, Xavier Miserachs, Vázquez Montalbán y José Agustín Goytisolo. Más adelante, junto con André Ricard, fundó el estudio Diseño Integral, donde su trabajo abarcaba la identidad corporativa, el packaging y el diseño editorial y de marcas y logos. Todos estos méritos le valieron el Premio Nacional de Diseño del Ministerio de Economía en 1995.

Zimmermann era suizo integrado en nuestra cultura. Hablaba perfectamente catalán y castellano, y dominaba el francés, el italiano y el griego. Su don de lenguas le permitió traducir el intrincado alemán de Heidegger en dos ocasiones: Unterwegs zur Sprache (De camino al habla, Serbal, 1987) y Gelassenheit (Serenidad, Serbal, 1989). Su mujer, Bignia Zimmermann-Kuoni, se dedicó a estudiar la cultura popular española desde la antropología.

En el congreso International Council of Industrial Design Societies de Ibiza de 1971, organizado por ADI-FAD, jugó un papel esencial en la gráfica y en la internacionalización de las sesiones de trabajo gracias a sus contactos. Es también muy destacable su legado teórico, publicado con su amigo el editor Gustavo Gili en el libro Del diseño, en 2002. Nunca renunció a sus principios, que resumía con la frase «Diseñar es comunicar la esencia de las cosas», sentencia de una austeridad muy germánica, pero que incluye también una alegría cromática propia del Mediterráneo. Hay un trabajo en el que puso todo su entusiasmo: el concurso internacional para definir los nuevos billetes del euro en 1996. Su propuesta, realmente atractiva, quedó finalista. Para un hombre internacional como él, el euro era todo un hito que contribuiría a unificar Europa tal y como él la entendía.

Zimmermann era un gran maestro en la profesión y en la capacidad didáctica de explicarse al cliente y a los alumnos. Su diseño era estricto, sin florituras, de una rigurosa base racional. Lamentamos profundamente la pérdida de un amigo y de un gran profesional que siempre fue generoso, defendió nuestra cultura y contribuyó, con su obra gráfica y teórica, a enriquecer el pensamiento semiológico y semiótico del mundo de habla castellana. Tenemos la suerte de que, antes de morir, depositó su legado íntegramente en el Museu del Disseny de Barcelona.

Gracias, Yves.

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