La primera concepción de una realidad común
La realidad y su concepción se convierten, sin duda, en materia prima del creador y constructor de contextos y cultura.
AutorYadira Martínez (Le Yad) Seguidores: 19
EdiciónMadeleyn Mendoza Seguidores: 17
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La primera concepción de una realidad común, se favorece en parte, gracias al funcionamiento de los sentidos: la vista, el gusto, el tacto, etc. Así la recibimos, así la interpretamos, así, por convención. Los sentidos nos llevan en masa a converger por planos coincidentes, formando la ilusión de una misma «realidad»; cumpliendo su propósito bajo esta suerte de lógica genética ¡Bendito empirismo! Ahora sumemos esas continuas secuencias circunstanciales, eventos diarios que robustecen nuestro universo de convencionalismos. Luego creemos reconocernos, compenetrarnos y trabajar en nuestra existencia, con la delimitante de un horizonte: lo «real».
Por lógica, lo que trasgreda ese límite formará parte de lo «irreal», lo no existente, lo carente de lógica, lo no aceptado. Entre esos puntos trabaja el creador, a veces consciente de tener entre manos dos tonos de una misma cosa: la realidad no será más que la ficción y a la inversa, el blanco no es sino un negro desteñido; lo que ocurre en la mente no es sino un espejo del universo, mas conocemos de él una mínima parte y quisiéramos acceder al todo, quisiéramos poder escudriñar en cada mente —un poco en esa lucha frente a no existir, un poco sentir que vencemos ese miedo a lo desconocido, un poco trabajar con posibilidades—. Una continua tendencia a la abstracción, ese mármol de realidad como un todo único. Sigamos.
Escritor, compositor, ilustrador, autores trabajando con diferentes realidades, subjetividades, intangibilidades, pensamientos de convergencia y divergencia, re-flexiones mentales, absorción del entorno, digestión, apropiación, generación de discurso, de una voz, extensión del yo, su representación material, su devolución a la «realidad», retroalimentación (bagaje). Reiniciar el ciclo: asimilación, reflexión, creación. De nuevo el recurso de los sentidos, los mismos que dan pauta y delimitan nuevamente la masa neuronal, vinculando planos, haciendo ataduras con la realidad.
Lo cierto nace ahí: en el primer borrador de una novela, la primera mancha de color en una ilustración, el primer trazo de carboncillo en el boceto, concretando lo que hasta ese momento era un crisol de conexiones mentales. Llega la oportunidad de ser en el entorno, de existir en el otro, y al otro, de existir en la empatía de lo creado.
Sobre empatía: cuando un maestro explica un tema, se explica a sí mismo, al tratar de clarificar algo a los demás se clarifica también, lo hace real —el lenguaje: las palabras—. En la ilustración, a la par de este ejemplo y con apoyo de un lenguaje visual, se expone y clarifica, a veces sin buscar ejercer una acción de convencimiento, sólo haciendo un vaciado de otra manera de entender el mundo, la punta floreciente de una rama entre millones de posibilidades de un árbol en medio del gran bosque, sirviendo a lo conocido, como una guía más de lo que puede ser. Bajo un objetivo honesto. Así es el trabajo de un ilustrador, la trasparente comunicación de ideas y sensaciones.
Sigamos hablando de esto que no es tarea sencilla: signo, significado, significante. La representación material del objeto tras la acción de la mente reflexiva expedirá además el peso de las circunstancias que le llevaron —incluso la sombra de lo desechado previamente— a ser ondas que en mayor o menor medida penetrarán en la(s) conciencia(s) siguiente(s), vibrando a un nivel intangible, a nivel cognitivo, formando cultura —dos palabras de gran importancia—, haciendo real lo que antes no lo era —El grito de Eduard Munch, La Gioconda de Leonardo da Vinci, la obra de Roberto Innocenti— y más allá del fin estético tan debatido, aún en su aparente inmovilidad, generará arrastre mental e incluso físico, expandiendo horizontes, conectando e influyendo. Sus ondas se expandirán con diferente fuerza pero mismo espíritu.
Corto aquí de tajo, para esto se requieren cómplices: aquí una más.
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