Pensamientos sobre arte y cultura
Como ninguna otra expresión, el arte nos enfrenta a las grandes preguntas de la existencia, del misterio, del amor, de la vida y de la muerte.
AutorFernanda Barreno Seguidores: 2
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A diferencia de lo que muchos todavía puedan creer, el arte no es un simple accesorio, un divertimento momentáneo o un adorno elitista del que se puede prescindir. El arte es la expresión sublime, la búsqueda apasionada de libertad espiritual, que eleva al hombre más allá de los confines de la materia: el hombre acaricia con su alma los planos sutiles.
El arte revela la sensibilidad —oculta aunque latente—, la propia identidad, una verdad mágica y hasta divina. El arte utiliza un tipo de lenguaje simbólico, más profundo y complejo que el lenguaje técnico, normativo, racional o meramente utilitario; por eso, es más difícil entenderlo y para muchos, apreciarlo. El arte es sorpresa. El arte es un discurso individual y a la vez colectivo, que devela la naturaleza esencial del hombre y su pertenencia al universo, constituye su testimonio invaluable y herencia energética, que no puede medirse en tanto «cosa» u «operación mecánica». El arte es una manifestación elevada que supone ensimismamiento y comunicación con el alma como un acto sagrado, donde el raciocinio y las limitaciones del pensamiento son apartadas para dar paso a otras asociaciones y conexiones emotivas, poéticas, alegóricas, líricas, musicales, etc.
El arte busca libertad más allá de las obligaciones materiales y de las acciones de supervivencia básicas. Expresa esencialmente trascendencia, se rebela hacia lo artificial, se yergue sobre lo mundano. El arte es misterio, advierte lo «inmortal», se desarrolla a la par de la consciencia, necesita acercarse a la «verdad» que es belleza. Y esa belleza se corresponde con la belleza manisfestada de la creación. El arte es el acercamiento a lo sublime.
El arte sostiene la malla identitaria de los pueblos y naciones. Los artistas pueden hacer «algo» que no se puede hacer a través de otras prácticas profesionales aparentemente más importantes, pero, hablemos del arte y la cultura. Es sabido que el «orgullo» de una colectividad siempre tiene en su haber grandes poetas, músicos, escritores, pintores, ilustradores, actores, escultores, etc. Entonces, ¿qué haríamos sin arte? ¿Acaso podríamos vivir sin música? ¿Podríamos dejar de soñar con un libro o una canción? ¿Podríamos repasar nuestra vida sin que algún poema, pintura o escena onírica hayan sido determinantes en nuestra apreciación del amor? ¿Cuánto «arte» compone nuestras memorias? ¿Acaso hemos llorado por el trabajo de abogados, ingenieros, anestesiólogos o contadores, como lo hemos hecho por el de artistas que nos han conmovido? Tenemos muchas cosas en qué pensar. ¡Cuánto le debemos al arte!
Toda civilización ha reafirmado a sus prácticas artísticas como imprescindibles en la construcción de su cultura. Y esta construcción ha sido además patrimonio de exportación. Es un error omitir el poder intangible de la propia expresión artística. Quienes subestiman el valor del verdadero arte, sufren muchas veces de manifestaciones ordinarias, simples; demandan entretenimientos ingenuos, ligeros; no tienen referentes con los cuales identificarse. Son, por lo tanto, más débiles en la historia del mundo, son víctimas de sensibilidades impuestas; es decir, asumen formas de «pensar» y de «sentir»ajenas a su realidad e idiosincrasia.
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