Félix Beltrán: la vida, obra y teoría del maestro del diseño gráfico cubano

Un retrato íntimo de Félix Beltrán, figura clave del diseño gráfico cubano. Analizamos su personalidad, su método de enseñanza y su invaluable contribución teórica a la comunicación visual.

Jorge Luis Aguilar, autor AutorJorge Luis Aguilar Seguidores: 0
Félix Beltrán: la vida, obra y teoría del maestro del diseño gráfico cubano
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Hablar sobre los logros de Félix Beltrán es una tarea fácil si se lee su currículo. No obstante, no me detendré a repetir lo que todos ya conocen, sino a explorar otras facetas más personales y humanas, motivadoras y merecedoras de los reconocimientos que atesora en su amplísima hoja de vida. Conocerlo y compartir unos instantes con él resulta un hecho inolvidable para cualquiera. Siempre está el mito y uno se imagina encontrar a un tipo alto, fornido, de mirada escrutadora… todo un gurú del diseño, como algunos se han apresurado en definirlo. Pero Félix es otra cosa: más bien es de estatura baja, algo entrado en años, llevados con gracia y elegancia, con unos ojos profundos y bonachones, que entornan cierta melancolía por ese tiempo pasado en el que «no fue un santo», y de un fino e irónico sentido del humor. En resumen, un cubano salido del más criollo de los sentimientos y, sobre todo, alguien muy bien plantado. A primera vista no parece un diseñador, sino un filósofo o un historiador, aunque sin barba. Cabría preguntarse entonces: ¿cómo luce un diseñador? Pero nunca es cuestión de forma, sino de esencia.

El comunicador incansable y su método

Félix habla constantemente y de cualquier tema, lo que hace que en ocasiones se te olvide delante de quién estás. Pero eso no es un problema, porque enseguida vuelve a la carga como si nada hubiera pasado y uno se queda conmovido, tratando de entender cómo se puede ser así. La respuesta está en haber vivido; en disfrutar la experiencia de los años y del buen hacer que, cuando van juntos, son un tesoro invaluable. Algo que lo distingue es su actuar pausado, que obliga a calmar cualquier apuro que se tenga y a concentrar nuestra atención en él. También señala. Mueve sus manos continuamente para apuntar, indicar, esbozar en el aire las ideas y proyectar, pero también para regañar, aunque eso lo hace mejor con palabras. Sus dedos lo marcan todo, como si dibujara con ellos. Si uno comienza a seguirlos, comprende el sentido de muchas cosas. Es su apoyatura preferida.

En Félix siempre está presente el chiste, la jarana, las citas intertextuales, las anécdotas de viajes, la mención a algún amigo, un profesor, los encuentros con maestros indispensables del diseño o del arte —la plana mayor—, a los que siempre les dirige un halago o, simplemente, a la historia de su vida, que no es tan sencilla como nos hace ver. Ha vivido una vida como pocos. Ha explotado al máximo su capacidad creadora y comunicadora. Le ha alcanzado el tiempo —lo ha sabido aprovechar— para trabajar aquí y allá, viajar, impartir clases o recibirlas, ir a congresos, convenciones, festivales, ferias y bienales, y para escribir. Es uno de los pocos diseñadores que conozco que diseña y escribe bien. En él, la teoría va a la par de la producción, porque los hay que dicen mucho y obran poco, y viceversa. Y, tal vez, por eso Félix es especial.

El teórico fundamental del diseño cubano

Lo conocí primero a través del cartel y, poco a poco, fui descubriendo sus otras facetas: logotipista (si es que el término existe), dibujante, fotógrafo y escritor de algunos de los libros fundamentales del diseño gráfico cubano; adelantado en su tiempo y claro de la necesidad de narrarlo, de recoger las experiencias y de crear un corpus teórico nacional que nos permitiera comprender mejor los procesos que estábamos desarrollando y que no podían perderse en la inmediatez de la Revolución o en los gruesos faldones del tiempo.

Como profesor, su manera es única. Se mueve en ese espacio sagrado, el aula-taller, como un pez en el mar y, como es un excelente comunicador, sabe cómo atraer a su público. Félix hechiza o, al menos, encanta. Cree en la tipografía como el recurso fundamental de la expresión, más ahora que los índices indican que la lectura decae y que la imagen fotográfica nos desborda. Sigue apostando por la simplicidad, por «decir más con menos», como decía Mies van der Rohe; por avanzar en la niebla, como Glaser, e imponerse un método propio, pero sin límites, porque sería como encadenarnos a un fin sin sentido.

Ilustración del artículo Félix Beltrán: la vida, obra y teoría del maestro del diseño gráfico cubano
Ilustración del artículo Félix Beltrán: la vida, obra y teoría del maestro del diseño gráfico cubano

Félix disfruta de sus amigos y de los que aún no lo son. Con todos es cortés, agradable y cariñoso. Tiene tiempo para hablar y saludar a quienes se le acercan. Posa, como una estrella de cine, junto a los que anhelan inmortalizar el momento de estar a su lado, de estrecharle la mano o de pedirle un autógrafo. Hay quienes opinan que Félix es el más importante cartelista cubano. Yo no llegaría a tanto, aunque para mí su cartel CLIK —junto al Chaplin de Morante, el Harakiri de Reboiro, Besos robados de Azcuy, Canción protesta de Rostgaard y Niños desaparecidos de Muñoz Bachs—, sigue siendo una de las joyas de la corona de la gráfica cubana.

Pero sí sostengo que es su principal teórico. Su obra sobrepasa los referentes nacionales y se convierte en una suerte de vademécum necesario. Con apreciarla, cualquiera puede aprender a descifrar, como en la mejor de las clases, los códigos que no se deben desconocer y en los que se puede encontrar un asidero con el cual defender lo bien hecho. Félix es como un niño grande: inquieto, bromista e incansable. Tiene una energía vital que lo sobrepasa y que le transmite a quienes están a su lado. No se cansa de dar consejos que, como si fueran recetas de cocina sueltas, intercala para que no te olvides del diseño. Y, como coda, te regala una de sus reflexiones: «sigo creyendo que la simplicidad en el diseño no está separada de la estética, pero está muy ligada a la función».

Félix está en el recuerdo constante de la imagen gráfica cubana y en la historia de los primeros años de esa «Revolución gráfica» —me atrevo a decir, también—, que él mismo contribuyó a crear, formar y extender.

 

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