El rol de los museos, según Susana Saulquin y Kika Tarelli

—¿Cómo nace el diseño en Argentina?

El diseño habilita un espacio de construcción del conocimiento base para la innovación. Es una actividad múltiple que limita con disciplinas del hacer social y cultural y contempla la creación de valores y planteos éticos, estéticos y tecnológicos. Tiene una existencia cultural y es, en sí mismo, una dimensión de la cultura, mediante un pensamiento de diseño o heurístico que, como el del arte, presenta diversas opciones.

Con la recuperación de la democracia en 1983, en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA) se inició una etapa de creación de diferentes carreras proyectuales. Primero, se establecieron las de Diseño Gráfico y Diseño Industrial y, en 1988, las de Imagen y Sonido y de Indumentaria y Textil. El desafío era desarrollar un corpus teórico para cada disciplina. Empezó, así, un ciclo fundacional donde se emprendieron procesos de reacomodamiento a partir de las nuevas formas de pensar las distintas orientaciones.

Con respecto a la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil, que comenzó sus clases en abril de 1989, hasta entonces no existían antecedentes nacionales ni internacionales que abordaran a nivel universitario este tema específico; únicamente había un seminario en la Domus Academy de Milán.

Ocurría que, salvo excepciones como las originales Fridl Loos, Mary Tapia o Medora Manero, en Argentina la copia a creadores europeos era la norma. Por esto, el desafío era revertir la tradición. Uno de los efectos más evidentes a partir de su creación, y a medida que el caudal de estudiantes aumentaba, fue la incorporación y la valoración de los términos «diseño de indumentaria» y «diseño textil» en el vocabulario colectivo.

Con la necesidad de exportar, se entendió la urgencia de formar diseñadores capaces de generar productos con identidad diferenciada. Fue, entonces, cuando descubrieron que la gestación de la propia imagen ya no dependía solo de los juegos y los cambios de la moda sino del diseño como valor fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas mediante innovaciones funcionales y estéticas.

El diseño de indumentaria y textil fue tomando fuerza en la producción industrial y artesanal de objetos, prendas y tejidos, así como también en la manera de presentarlo y comunicarlo en muestras, exposiciones y desfiles. Si bien la UBA fue la universidad pionera, la enseñanza pronto se extendió a otros centros en Buenos Aires y en las provincias, que enriquecieron con sus aportes el patrimonio argentino del diseño.

—¿Cuáles son los íconos del diseño argentino?

Si la identidad es poder, resulta natural que la necesidad de generarla sea una de las motivaciones más importantes de los diseñadores. Una de las ventajas que ha surgido en la indumentaria y el textil es la riqueza conceptual de sus creadores independientes.

Pese a que los talleres argentinos eran reconocidos por sus manufacturas desde las décadas del 40 y del 50, fue a partir de mediados de los años 80 cuando se difundió la creatividad en el diseño. Entre los pioneros convertidos en íconos se encuentran Mario Buraglio y Víctor Delgrosso (Varanasi), Pablo Ramírez, Vero Ivaldi, Jessica Trosman y Martín Churba, Emiliano Blanco y Camila Milessi (Kostume), Cora Groppo, Vicki Otero, Mariano Toledo, Min Agostini y los hermanos Estebecorena: ellos comparten un concepto de diseño experimental desde las formas, a partir de la reinterpretación de los cortes y la utilización del recurso de la deconstrucción.

Otro grupo que ha apelado a nuevas estructuras textiles está integrado por Nadine Zlotogora, Mariana Dappiano, Mariana Cortez (Juana de Arco), Brandazza de Aduriz, Cecilia Gadea, Valeria Pesqueira, Laura Valenzuela, Romina Cardillo (Nous Etudions) y Garza Lo- bos. En la recreación de las culturas ancestrales se pueden mencionar a Mary Tapia, Medora Manero, Araceli Pourcel, Manuela Rasjido y Marcelo Senra.

—¿Cuál es la trascendencia de los archivos y las colecciones de diseño?

Resulta fundamental contar con colecciones de diseño que guarden una visión retrospectiva de los objetos, los materiales, los procesos y las herramientas para poder entender cómo fue pensado el mundo en las diferentes épocas.

Cada etapa fue consolidando sus propias narrativas sobre las adaptaciones socioculturales y tecnológicas de los diseños como reflejo de los agentes de cambio de las nuevas formas de vida, que influían en la transformación y la construcción del entorno. Es importante poner en primer plano la memoria –que destaca el patrimonio de una sociedad y demuestra el papel de los diferentes actores, disciplinas e instituciones– y conformar las redes de valor que evidencian su riqueza.

—¿Qué condiciones debe tener una institución para resguardar la memoria del diseño?

Principalmente, estar constituida por profesionales con solvencia ética, capacidad de búsqueda y respeto por los objetos, los documentos y los relatos que registran y legitiman las evoluciones producidas en cada contexto. En otras palabras, contar con personas con compromiso y amor por el conocimiento del pasado.

—¿Por qué la comunidad necesita un museo del diseño?

Una comunidad debe conocer la expresión visible de su patrimonio cultural y comprender la importancia que este tiene en la preservación.

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