Juan Manuel Pavía Calderón

Los criterios de evaluación de la marca están claros. El gusto del analista se evidencia en la comparación con el tipo ideal (la marca Canadá). Nada más arbitrario que las banderas y los escudos de países (hechos sin diseñadores) y nada más confuso que los discursos que fundamentan la representatividad y la referencialidad de la nación, el pueblo, el país y su diversidad. Por lo general, el símbolo más significativo y más apropiado por un grupo para definir su identidad como nación, no pasa por las fábricas de diseño visual sino por los estamentos patrios de gobierno.

Me parece sugestivo el artículo. Importante la idea de centrar

la discusión en el análisis de la situación de comunicación en la que interviene el diseñador. El desconocimiento del contexto no sólo comunicativo, hace de la labor proyectual una tarea de especialistas poco dispuestos a involucrarse en «problemas sociales» de fondo tan evidentes, como la convivencia ciudadadana o la discriminación social.

1. Al parecer el cambio de look es un aunto de «razón o fuerza» de notables y no de democracia popular.

El concepto gráfico es deplorable, el diseñador no ha salido de los imaginarios nobles del medioevo. Ni el colonialismo más extremo asumiría una imagen así. Y CHILE, un país con tradición y cultura política incluyente no merece ese mamarracho institucional.

2. Ni lo uno, ni lo otro. El tema es como para un seminario internacional de representación social, democracia, imágen y política.

1. No hay propiamente diseño, en cuanto a calidad gráfica se refiere.

2. No es legible con facilidad.

3. la innovación se confunde con la mediocridad creativa.