La creatividad no existe: es solo experiencia, observación y adaptación

Si negara mi creencia en los hechos científicos y me adhiriera al Creacionismo, diría que Dios es un creativo, pues creó el cielo y la tierra, el sol y la luna, las plantas y los animales, al hombre y la mujer, todo en seis días. Y todo de la nada, ya que la definición de crear en el diccionario dice: «Producir algo de la nada». ¿Es posible tal acción? Quizás para los defensores de la tierra plana sí; yo estoy del otro lado de la vereda.

Lo que hoy en día se llama «creatividad» o «ser creativo» se repite en todos lados como si se tratara de uno de esos éxitos de verano, y que generalmente son temas mediocres. No digo que la palabra «creatividad» sea una mediocridad, pero sí que está sobrevalorada, porque se la asocia con algo que no es realmente.

La creatividad como habilidad aprendida

En varias ocasiones me han llamado «creativo» solo porque dije un chiste o bromeé (en el sentido amigable de la palabra) con alguien. Sí, muchas veces se me da fácil molestar a mis amigos, compañeros y familiares. Pero no porque sea creativo, sino porque lo aprendí con los años, en casa, en la escuela y en el trabajo. ¿Quién no bromea con otro? ¿Quién no se inventa apodos? Con treinta y cuatro años, he aprendido el arte de la broma verbal sana (y agresiva también, pero ese es otro tema).

Para mí la clave está ahí: en aprender. Uno aprende con lo que vive, con la experiencia, con lo que le enseñan, con la prueba y error, con los aciertos y, principalmente, con las caídas. Sobre todo con las caídas. Son ingenuos quienes «no se equivocan nunca», aquellos que obtienen siempre las mejores notas. Dicen que cuanto más grande es uno, más fuerte es la caída.

Desde que tengo memoria, dos cosas se mantuvieron constantes en mi vida: dibujar y construir cosas. Construir con los eternos ladrillitos, los plastiblocks. Ahora, de adulto, incluso tengo mi caja con Legos para «jugar». ¿Por qué menciono estas dos cosas? Porque, al igual que los chistes, fueron y siguen siendo una fuente de aprendizaje, los catalizadores, los bloques me ayudan a buscar alternativas a la forma, a la eficiencia. Cuando se es niño y se quiere armar un transformer y hay pocas piezas o poca variedad, se arma y desarma hasta que se está «satisfecho». Esa satisfacción dura un rato, porque al poco tiempo nace otra posibilidad, y se desarma todo y se vuelve a armar, y así con cualquier cosa que se desee construir: un auto, una casa, un avión. Lo mismo ocurre con el dibujo. Yo dibujo desde los cuatro años. Hoy lo hago tanto de forma artística como técnica, y trabajo modelando en 3D. Todo lo que aprendí con los años lo aplico al proceso para facilitármelo: pruebo técnicas alternativas, órdenes distintos. A veces puedo visualizar el resultado en mi mente antes de terminar. Me divierto con eso.

Observación, conexión y el efecto Dr. House

Y ahí entran dos claves más. Al buscar alternativas, siempre acabo relacionando todo. Me gustan las referencias, las metáforas, las relaciones. Siempre que tuve que estudiar teoría,¹ busqué entender el razonamiento con relaciones que a veces parecían absurdas. Hasta el día de hoy lo hago y no creo que deje de hacerlo. La segunda clave es divertirse. Aun bajo presión, hay que divertirse con el proceso. La respuesta llega tarde o temprano, tal y como al Dr. House le llegaba la «epifanía», que no era otra cosa que la respuesta a un disparador que rara vez tenía algo que ver, pero que le recordaba algo útil para resolver el problema, algo que había vivido, visto o aprendido.

Uno no es creativo, uno es observador y con la experiencia logra atar los hilos correctos, conectar los puntos necesarios. Uno crece a medida que gana experiencia, y con esa experiencia evoluciona, cambia esas ataduras, reemplaza esos puntos y mejora el resultado.

Así como el planeta cambió durante los cuatro mil quinientos millones de años que tiene desde que se formó de un cúmulo de rocas y polvo en el espacio, así como la naturaleza evolucionó desde el primer organismo unicelular hasta lo que vemos hoy (pasando por cinco extinciones masivas y cursando la sexta), no hizo más que adaptarse al cambio, a las necesidades. ¿Podemos llamar creativa a la naturaleza? Poder, podemos. Yo no le diría creativa, le diría sabia e inteligente.

La inteligencia no es saber más, es adaptarse a los cambios. Así como de niño (y de adulto también) buscaba cómo mejorar las cosas que armaba con las piezas de plástico, adaptando, sacando de aquí y agregando de allá, la naturaleza hace lo mismo: está diseñando constantemente. Nosotros somos el resultado de ese proceso constante.

La creatividad como término de marketing

La creatividad, tal como la pregonan, para mí no existe. Es solo otro término del marketing y una excusa que se usa para filtrar candidatos a un puesto de trabajo. Para resolver un desafío o problema se deben usar las herramientas que aprendimos con la experiencia y los conocimientos adquiridos. Si con lo que se tiene no alcanza, leer un libro, escuchar música, mirar una película o una serie, algo siempre sirve, algo siempre actúa de disparador para ese o para otro porqué, cómo o cuándo que se presente, ahora o en el futuro.