El contexto cambiante del Diseño Gráfico a fines del siglo XX

El devenir del diseño de comunicación visual a través de la historia de un ex-estudiante de diseño gráfico que hoy es docente.

Federico Lábaque, autor AutorFederico Lábaque Seguidores: 6

Andrés Gustavo Muglia, editor EdiciónAndrés Gustavo Muglia Seguidores: 138

El contexto cambiante del Diseño Gráfico a fines del siglo XX
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Hoy en día a muchos profesores de la carreras de Diseño Gráfico se nos torna largo explicar cómo llegamos a la docencia de una profesión que cuando comenzamos a estudiarla poco sabíamos de ella. ¿Por dónde empezar?
En mí caso tengo 40 años, lo que significa que 22 años atrás estaba decidiendo y definiendo cuál era mi orientación vocacional. Mi objetivo es compartir mi experiencia con aquellos que están ingresando o ya han ingresado a la carrera, tratando de ilustrar el entorno cambiante de enseñanza y producción de los últimos años.

Espejitos de colores

Quienes nacimos en Argentina a principios de los 80 o a fines de los 70 tuvimos la suerte, o la desgracia, de pasar de un modelo económico intervencionista a otro neoliberal; de vivir nuestra adolescencia en un país en donde la hiperinflación sufrida por nuestros padres durante la infancia «paró» casi súbita y «mágicamente» de un día para el otro.

Al mismo tiempo que nos despedíamos de la escuela primaria para entrar a la secundaria, también nos despedíamos de Entel (empresa telefónica estatal) para saludar a Telefónica o Telecom (corporaciones privadas). Y es que cuando veíamos la tele en cierta forma hasta disfrutábamos esas largas tandas comerciales en donde se mezclaban las piezas de AFJP, con los atractivos nuevos juguetes con nombres en inglés y marcas de indumentaria trendy auspiciadas por modelos internacionales.

Los cambios de modelo podían verse muy claramente en los adornos de nuestro cuarto: minicomponente japonés, el último póster del artista internacional que visitaría nuestra ciudad y una pared de latas de gaseosas diversas en su marca, origen y sabor. Esto quiere decir que pasamos de consumir una o dos gaseosas de origen nacional en botella a adentrarnos en la fiebre de ver qué nuevo y extravagante gusto llegaba desde el exterior para consumir una bebida en lata: cada ejemplar venía con una marca nueva, con nuevos sabores, nuevos olores: podías probar desde una bebida con gusto a uva, a otra sabor a chicle o con trocitos de coco en gelatina.

Fue esa adolescencia incipiente, llena de cambios económicos que propiciaban la llegada de lo nuevo e internacional: cantantes, gaseosas, autos, electrodomésticos y hasta galletitas importadas, lo que motivó nuestros sentidos para empujarnos a ser parte del cambio: de empresas que cambiaban sus marcas, sus nombres, sus envases, sus jingles, su discurso y todo esto acompañado por un nuevo diseño.

Para mal o para bien los espejitos de colores brillaron una década y nos deslumbraron a todos.

Papá, voy a estudiar Diseño Gráfico

En medio de reformas educativas de planes de estudio acontecidas en la Argentina de mediados de los años 90 y del malestar en la educación pública secundaria carente de presupuesto, entré en contacto con la educación universitaria privada. Esta tenía una oferta educativa innovadora y un tanto extraña para la época: carreras como Marketing, Publicidad y Diseño Gráfico, no estaban dentro del acervo vocacional escuchado por nuestros hermanos mayores años atrás; mucho menos por nuestros padres.

Recuerdo el día en que representantes de una casa de estudios de una flamante universidad privada se acercaron a mi escuela pública para presentar su propuesta educativa. Así como quien terminaba comprando un tiempo compartido casi por sorpresa en un viaje a Orlando yo me vi a mí mismo eligiendo una carrera «del siglo 21» antes de que el siglo XX terminara: Diseño Gráfico.

El próximo paso sería comunicar la decisión. En lo personal no fue fácil, el entorno suele rechazar lo desconocido. Las preguntas que surgían eran: «¿y de qué pensás vivir?» O desacertados llamados a la reflexión como «Vos sos muy inteligente para estudiar “eso”». Pero casi nadie sabía de lo que se trataba, ni siquiera yo.

No obstante, a pesar de la opinión ajena, yo me sentía llamado a una profesión que visualmente me atraía aunque no pudiera poner en palabras su definición: quería diseñar la revista de Rock, rediseñar el isologotipo de una empresa de renombre, señalizar un shopping center, intervenir en el diseño de una latita de gaseosa que la gente coleccionaría. En mi defensa podía argumentar que, en el marco de las fisuras que se comenzaban a evidenciar del modelo económico, ningún profesional tenía el trabajo asegurado en la Argentina de fines de los 90.

Están todos invitados a la mesa del diseño gráfico

Ya en la Universidad pude conocer a los profesores de la carrera de diseño. Aquí pasaba algo raro: quienes estudiaban Medicina tenían profesores médicos, quienes estudiaban Arquitectura, profesores arquitectos. Sin embargo, para quienes estudiamos Diseño Gráfico no había prácticamente profesionales con título de grado que enseñaran la profesión. Así, mis compañeros y yo conocimos nuestra carrera a través del ojo de artistas plásticos, la filosofía de marketineros, la concepción metodológica de arquitectos y diseñadores industriales y la visión comunicacional de comunicadores sociales, entre otros. Cada profe aportaba una herramienta que se combinaría con otras y que, de algún modo, daría forma a «un diseñador gráfico».

Otro estudiante de diseño gráfico en crisis existencial

En medio de está lluvia de profesiones y profesionales invitados a impartir clases de diseño fue que decidí poner pausa en mis estudios y conocer dos profesiones afines, inspirado en los mismos profesores que había tenido: Artes Plásticas y Publicidad. Ambas carreras me seducían: las Artes Plásticas por el impulso de experimentar libremente con las formas visuales y la Publicidad para explotar la búsqueda creativa que a posteriori generaría un concepto comunicacional. Muchos profes trataron de detenerme en mi decisión de dejar Diseño Gráfico. Paradójicamente, fueron los artistas plásticos quienes me sugerían no estudiar artes. Era como si un padre le aconsejara a su hijo no tener hijos.

Sin embargo, debo admitir que fue sólo luego de haber podido encarar dos disciplinas hermanas pero diferentes del Diseño Gráfico, que descubrí por mí mismo que el Diseño Gráfico me apasionaba.

Puede parecer irónico que una persona se dé cuenta que su vocación es el Diseño Gráfico luego de haber dejado de estudiarlo, tan irónico como quien descubre que su lugar en el mundo es su país de origen luego de haber vivido en otros, o quien vuelve con su primer amor luego de haber conocido a otras personas. Al menos esa es parte de mí verdad: fue fuera de la profesión dónde comprendí que mí destino era volver a ella. Concluidos mis estudios publicitarios, volví a estudiar Diseño Gráfico, ya convencido de querer estudiarlo, ejercerlo y, sorpresivamente, de enseñarlo.

Quizás estés pensando en ingresar a la carrera de Diseño Gráfico. Mi consejo es: dejate sorprender por la diversidad de profesores, analizá la realidad de la cual hoy el Diseño forma parte activa, mantenete informado sobre todos los cursos que puedas hacer para fortalecer tu perfil y dale forma a ese diseñador gráfico que hay en vos. Seguramente esta profesión que estás estudiando no será la misma cuando egreses: formarse en Diseño Gráfico es ser portador de una actitud diaria, frente a una disciplina que cambia junto con la sociedad, que nos sorprende adaptándose a las nuevas tecnologías y que debería unirnos a todos los que la ejercemos en el esfuerzo por hacer de este un mundo más inteligible e inclusivo.

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