Marcelo Vercillo

Alejandro, entiendo que la implantación de un modelo de principios del siglo pasado no es lo que su artículo está proponiendo y coincido con algunas de sus opiniones. Creo que algunas de las objeciones que hablan en terminos de desempleo como consecuencia de una política de diseño sustentable, no tienen en cuenta por ejemplo áreas como la investigación y desarrollo. Así como también, como ha influído el consumismo líquido en el mercado laboral (póngamos por ejemplo a los sectores técnicos, services, etc.). En mi opnión, el diseño estratégico va un poco más allá que una gran paleta de colores.

A la primera pregunta (¿Existe un método...?) le corresponde a mi juicio un rotundo NO. También pongo en duda la existencia en un estado de cosas tal como «el diseñar bien», por lo menos sin conocer sus criterios de validación.

La existencia de reglas y sistematizaciones no constituyen, aún en sus formas mas complejas, UN método detentor del buen diseño. Otorgarle tal cosa a una serie de procedimientos sería reducir la práctica a su esfera operativa. Pero si creo que cualquier disciplina proyectual se desarrolla en distintas esferas que Charles Pierce denominó «métodos para fijar creencias».

El texto del Sr. Belluccia, «Marca y transmisión de sentido», aporta, a mi juicio, la versión mas atinada a la problemática. La creencia de que un determinado color, forma o combinación entre ambos, son transmisores de tamaña complejidad de sentidos es ilusoria o en todo caso excesivamente ingenua. El otorgamiento de dichas responsabilidades roza con una teoría de corte fundamentalista muy alejada de la realidad, donde las redes de sentido que atraviesan al imaginario colectivo no son tenidas en cuenta, o lo que es mas peligroso, se las intuye como al dado, objetivo, unívoco y homogéneo.

Este es un debate que le ataña muy por dentro a la actividad del diseño gráfico, porque lo que se nota aquí, en la expresión del compañero Alejandro, es una crítica que se escucha y lee en muchos espacios de la comunidad gráfica. Una visión que los jóvenes profesionales tenemos del mercado en general, y del desarrollo personal en particular.La «falta de oportunidades» no solo se da en el caso de la búsqueda laboral en relación de dependencia, sino que también coarta muchas de las experiencias independientes, por la carencia de acceso a algún tipo de financiación de emprendimientos.

A nivel académico, entiendo que muchas de las altas casas de estudio no capacitan a sus estudiantes para poder enfrentar esta realidad, como lo plantéa Jorge Piazza en su artículo, pero también creo que tanto profesionales como empresarios y funcionarios tienen una gran cuota de responsabilidad en la problemática, que deberían reveer.