Pablo De Ferrari

Se habla sobre algo que no está demasiado claro. Si la consigna es por sobre todas las cosas decir lo mismo que otrora, por aquello de mantener los mismos valores culturales, religiosos, tradicionales, etc., podriamos afirmar que todos los logos posteriores al original hacen agua por algún lado. Creo que habría que plantearse el problema desde la comunicación, y preguntarse si aquellos valores todavía siguen vigentes y si nos representan. Convengamos que cuando se instauró el primer escudo, eramos una colonia, dependiente de una monarquía, y que la única religión aceptada era el catolicismo.

No comparto la opinión de Luciano C., porque está claro que la copia a Unilever no lo afecta, pero si lo afecta al verdadero creador y por sobretodas las cosas al copista. Será a partir de ello un diseño de poco vuelo, y tal vez no cumpla el cometido que debería, ya que seguramente su atributo principal fue la copia. Sería interesante leer su memoria descriptiva, si la tuviese, para enterarse del verdadero concepto fundacional de la idea. Sino, solo quedará para la anécdota.

Creo que la opinión de Norberto no aporta demasiado. Hace un análisis genérico de lo que se debería cumplimentar, pero sería mucho más acertado si realizara un análisis específico de las supuestas carencias de la marca Perú. Sino nos quedamos en un análisis teórico intrascendente. El ejemplo dado de Canadá creo que tampoco es el más paradigmático. La marca Canadá, simplemente, no me transmite nada diferenciado.

Sólo me gustaría encuadrar el debate entre dos tópicos para tratar de desenredar el camino. Uno: no creo conveniente cobrar el diseño por hora, ya sea algo creativo o un trabajo algo más técnico. Hay que cobrar por ideas. Algunos demorarán más otros menos, según nuestras circunstancias, algo de que el cliente tiene que quedar al margen. Dos: el trabajo de diseño no se cotiza según sus dimensiones, sino siempre según las dimensiones del cliente. Estas son reglas de oro que nos van a acercar a su verdadero valor.