Manuela Santoyo

Es verdad que la industria fue la que nos dio el nombre y que lo que rechaza el diseño social y las tendencias ecológicas y sostenibles es la producción en masa de estos objetos industrializados que estimulan el consumismo. Pero tenemos que cambiar la idea de que nuestro éxito económico depende de la obsolescencia programada y de la capacidad que tengamos para estimular el deseo de compra de los usuarios. La necesidad que tiene el ser humano para relacionarse con el mundo y sus implicaciones problemáticas siempre estarán ahí, solo es necesario que un buen diseñador las identifique y solucione. Lo que propone el diseño social y ambiental no es trabajar sin cobrar, ni mucho menos. Es generar un diseño capaz de integrar sociedades -como sucede en el arte relacional- estimular servicios participativos, y dentro de otros, ser conscientes de materiales eco amigables que aunque sean más costosos la gente está dispuesta a pagar.