Entonces, cuando se produce una asociación entre ambos saberes, los resultados son asombrosamente eficientes. Hay que aceptar el diálogo con el cliente, un diálogo inteligente, constructivo. Para eso hay que tener una actitud inteligente y constructiva, hay que ir abierto y poder realmente dialogar, no que una voz tenga un peso diferente de la otra. La falta de escucha... Nosotros siempre decimos que hay algo en la formación o en el ejercicio de la profesión del diseño que es bastante loco, porque es un oficio relacionado 100 % con la comunicación que muchas veces genera problemas de comunicación con su propio cliente, lo cual es una especie de atrocidad, pero ocurre. Y es, en realidad, todo un ejercicio de esto: de entrar en sintonía, de que te escuche y que lo escuches, de que ambos se respeten, finalmente, que confíen el uno en el otro y entonces puedan entregarse saberes. Hay algo, digamos, en nuestra cualidad de escucha que a veces falla y hay mucho ejercicio de imponer determinadas ideas sin escuchar razones que muchas veces el cliente no puede precisar con palabras tan técnicas o estratégicas, pero en algún duro rincón de su ser tiene una razón, digamos, más allá de que pueda sonar arbitrario, caprichoso, que no entiende, que no sé qué... Y que aun en el capricho, el cliente está dando datos.
La clave es tratar de interpretarlo.