Rodrigo Losada

Pablo, luego de leer las críticas y enojos que provocaste con tu artículo se me ocurrió que el undécimo objeto fundamental para el diseñador podría ser "un poquito de humor", humor que nos permita la libertad de "no tomarnos tan en serio". No vas a salvar a la humanidad con esto que escribiste pero supongo que tampoco fue tu intención. Creo que cada vez que se habla de la profesión se confunde seriedad con solemnidad y se hace todo muy aburrido.

PD: si reuniéramos todo el grafito que los diseñadores dicen usar en lugar de sus computadoras podríamos dibujar una línea larga, larga, larga...

Un logo debe retratar los cambios que ya se han concretado o debe promoverlos? Un mal funcionamiento de la primera opción puede retrasar al logo en su función de identificar el espíritu actual de la compañía, un mal funcionamiento de la segunda opción puede convertir al logo en una mera expresión de deseo.

En esta transición deben operarse modificaciones graduales en lugar de practicar restituciones grandilocuentes que dan por terminado este período de cambios que recién se inicia, como si se pudiera volver atrás de un plumazo.

Me parece inconsistente la respuesta de la redacción de FORO ALFA.

No creo que se esté criticando la inclusión de la nota por tratarse de un análisis comunicacional, (ajeno, supuestamente, al interés de los foristas) sino más bien por no considerarla como tal.

El título promete el análisis de un caso de comunicación política y entrega una sucesión de opiniones parciales, interpretaciones dudosas y comentarios sarcásticos acerca del fenómeno político.

Esperemos entonces el artículo acerca de la clasificación de tipologías de marcas, me permito dudar de que se pueda superar la antológica clasificación del propio Belluccia en «marcas Julio Iglesias» y «marcas Frank Sinatra»!

Creo que cualquier iniciativa de este tipo requiere de nosotros un paso previo que consiste en abandonar esa especie de función autoconferida de fiscales del comportamiento de «los otros».

Si no lo hiciéramos correríamos el riesgo de definirnos por lo que no somos, por lo diferente que somos de «ellos».

Creo qeu deberíamos preguntarnos la razón por la cual no hay diseñadores gráficos en ese jurado; porque decir que se incluyen nombres altisonantes y conocidos por el público está muy bien, pero es apenas la declamación estéril de una verdad evidente.

Los nombres elegidos resuenan en los oídos de la gente aunque no todo el mundo conozca de manera cabal los méritos qué los han hecho populares.

El problema es la mala selección -eso está claro-, pero me pregunto si no estamos fallando como colectivo profesional en el posicionamiento social de «nuestros maestros» como referentes reconocibles.

Si quitamos un par de superposiciones, rotaciones, algunas puntas y colores, nos queda un signo contundente, elegante y armónico: el de Mont Blanc!