Cosas de diseñadores

La palabra «diseño» se ha convertido en todoterreno. Significa al mismo tiempo, lo bueno y lo malo, lo útil, lo inútil y lo fútil, lo mejor y lo peor. La prensa internacional de los días 3, 4 y 5 de Septiembre ha avivado el asunto.

Joan Costa, autor AutorJoan Costa Seguidores: 2581

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—¡Chico, estoy estupefacto!

—¿Qué te pasa?

—¡Es fantástico y traumático al mismo tiempo! Por fin el Diseño con mayúscula. ¡La consagración que jamás podía soñar!

—Vaya...

—Resulta que, desde el mismísimo Vaticano hasta los científicos ateos militantes están de acuerdo en una sola cosa: que el Universo es ¡un producto de diseño!

—Pues ya es raro.

—Así es. La religión proclama el Diseño Inteligente; el Universo fue diseñado por una inteligencia superior: Dios. La ciencia defiende lo contrario: The Grand Design, o sea que fue obra del Big Bang, vamos, que el Universo se creó de la nada como consecuencia de las leyes de la física. Así lo declara el célebre astrofísico británico Stephen Hawking en su último libro «El Gran Diseño» que se pone a la venta esta semana. Estos días la prensa mundial ha anticipado algunos fragmentos. Y el escándalo ya está servido.

—Lo de siempre, creacionistas y evolucionistas: la cara y la cruz.

—Sí. Y esto es lo fantástico. Dos visiones tan opuestas y que se niegan mutuamente, pero coinciden en lo esencial para mí: ¡no se pudo hacer el universo sin diseño! ¿Te das cuenta?

—Pues es verdad. Para los creacionistas es «inteligente», para los evolucionistas es «grande». Pero ¡es diseño!

—Sale en este diario de hoy. Mira los titulares: «Hawking rectifica: Dios no creó el mundo». «El cosmos se creó de la nada, por una consecuencia inevitable». «La proclamación ateísta llega a dos semanas de la visita del Papa al Reino Unido».

—¡Caray!

—Te lo sigo leyendo: «Dado que existe una ley como la de la gravedad, se puede afirmar que el universo se pudo crear y se creó de la nada. La creación espontánea es ni más ni menos la razón por la que hay algo en vez de no haber nada, por lo que el universo existe, por lo que nosotros existimos», escribe Hawking...

—A ver, déjame que vea: «La creación espontánea es la razón por lo que resulta redundante el papel de un creador. Ya no es necesario invocar a Dios como la figura que encendió la luz que puso en marcha el mundo». Oye, pero el mismo Hawking había escrito en su libro «Una breve historia del tiempo», que hasta que descifremos la teoría completa del Big Bang debemos tener en mente la importancia de Dios...

—Sí, pero la ciencia implica algo que la religión no puede hacer. Es poner en duda las propias ideas y contradecirse si es el caso. Por eso Hawking se corrige a sí mismo. Y eso es precisamente lo que le critican sus oponentes. Mira lo que dice aquí: «Hawking considera probable, además, que al igual que otros planetas, existan también otros universos en los que no descarta que haya vida. Si la intención de Dios fue la de crear al hombre, esos otros universos no tendrían sentido. Por eso Hawking ya no ve posible conciliar la causa de la fe con la comprensión científica del universo».

—Sigue, sigue: «Hay una diferencia fundamental entre la religión, que se sustenta en la autoridad, y la ciencia, que se basa en la observación y la razón. Esta última ganará, porque funciona». Tienes razón, es traumático para los creacionistas.

—¡Y para nosotros, los diseñadores! Dios diseña, la física diseña, yo diseño, tú diseñas, cualquiera con un Apple diseña... ¡A dónde vamos a parar con tanta competencia!

—Y encima, desleal.

—Ya te decía, por una parte ¡gloria al Diseño! No se puede prescindir de él. Pero por otra parte, la frustración. Lo que me descoloca es que ya no entiendo nada. Más o menos, sabía lo que es el diseño, mi oficio. Ahora ya no lo sé, míralo por donde lo mires.

—Hombre, son cosas diferentes.

—Sí, antes hablábamos de diseño gráfico, diseño industrial, ecodiseño... Ahora tendremos que pensar en diseño sobrenatural, diseño físico, autodiseño en millonésimas de segundo o telediseño, porque tanto Dios como la física diseñaron el universo a distancia.

—¡Y tanta distancia! Si ni siquiera existía...

—Pero fíjate como todo se nos complica. Hasta ahora, el diseño estaba desacreditado: leíamos en la prensa y escuchábamos en la radio y la televisión, y hasta veíamos en la calle anuncios como «muebles de diseño», «ropa de diseño», «peluquería de diseño» y hasta «sonrisas de diseño». Los más malintencionados hablan de «atracos diseñados», «droga de diseño» y últimamente he leído incluso «terrorismo de diseño».

—¡Es el colmo! Equiparar Dios y los terroristas con los científicos, los peluqueros y los capos de la droga...

—Por eso te digo que ya no sabemos siquiera qué es eso que todos llaman diseño.

—Por lo pronto ya lo ves: una palabra todoterreno, ¿un oficio, una ciencia o una ideología?

—Y para más inri, el físico Jorge Wagensberg sale y dice que Hawking, con su The Grand Design no quiere decir «Design» sino «Designio».

—La que faltaba. Además del lío que tenemos, y de los que quieren que diseño sea arte, ahora resulta que diseño no es diseño sino designio. ¿Somos «designiadores» y no «diseñadores»? La verdad es que estoy hecho un lío.

—Bueno, cálmate y reflexionemos. Quizás lo de Dios y la ciencia sean cosas diferentes.

—No sé, pero si las comparamos, la física parece más eficiente porque hizo el mundo en un tris-tras. Lo de Dios es más artesanal. Y tal vez la física fue también más creativa: el Big Bang no nos hizo a imagen y semejanza de un modelo, nos inventó de cero.

—Sea como sea, con la noticia de Hawking se armó la de Dios. Mira estas opiniones. Antonio Cerrillo hace un comentario ambiguo: «la ciencia no puede dar respuestas a todo, como sí lo hacen los enfoques religiosos y dogmáticos». ¡Pero una respuesta dogmática no es una respuesta! Por su parte, Eduardo Punset concluye que «la versión científica sobre el origen del universo está más cerca de la realidad». Aquí, José María Martín Senovilla dice: «La religión y su base (dios) son puras necesidades humanas, debidas al desconcierto y al recurrente desamparo que embarga a las personas». El rabino Jonathan Sacks dice que «a la Biblia no le interesan los detalles técnicos de cómo se creó el universo».

—¡Qué barbaridad!

—Suma y sigue: Richard Dawking, ateo militante, se alegra de lo que escribe el otro Dawking, y dice: «el darwinismo expulsó a Dios de la biología, pero en la física ha persistido la incertidumbre hasta ahora que finalmente se le ha atestado el golpe de gracia». Josep Manel Parra escribe aquí: «Antes nos acercamos a Dios construyendo catedrales, pero hoy nos acercamos a los misterios de la existencia con el acelerador de partículas, la ingeniería genética y los laboratorios. Son dos modos de acercarnos al conocimiento de la existencia», y continúa: «El Dios tradicional no es compatible con la imagen que construye la ciencia del universo. Ya no tiene sentido un Dios en el cielo; ya se ha visto que no. Y la conciencia son moléculas y estructuras de neuronas». Pero la reacción de la Iglesia y los creacionistas orienta el tema hacia la existencia o no existencia de Dios; lo cual no es el debate de Hawking. Lo que él plantea es que ya no necesitamos a Dios para explicar el origen del mundo.

—Total: tablas, como sería de prever. Hay argumentos para todo.

—O para nada. Wagensberg escribe aquí: «La ciencia no puede demostrar ni que Dios existe ni que Dios no existe». Pero no dice que eso tampoco puede hacerlo el dogma, pues su objeto no es demostrar sino intimidar, porque se acompaña de premios y castigos.

—Mira, el problema pienso yo, es que si vamos a la Creación, del mismo modo que se puede crear se puede destruir, y eso asusta. A mí me asusta ver en la tele tantos terremotos, inundaciones, huracanes, tsunamis y catástrofes; tantos niños enfermos y hambrientos, guerras y víctimas inocentes, tantos oprimidos y tantos tiranos dominando el mundo...

—Bueno, tal vez todo esto no sea culpa del diseño. A veces uno quiere hacer una cosa y te sale otra. Ya lo sabemos por experiencia.

—No, pero déjate de historias. Si el universo ha sido diseñado tal como afirman unos y otros, eso significa que ha habido un proyecto previo, unos objetivos, un plan mental...

—Esto es lo que decimos nosotros, pero ya sabes que nuestro pensamiento es antropomorfo: todo lo concebimos desde nuestro cerebro humano; incluso cuando queremos dibujar un ser irreal, un demonio o un marciano, nos sale un tío con cabeza, cuerpo, dos brazos y dos patas, aunque le pongas rabo, cuernos o antenas. Y la verdad, no sé si las leyes de la física tienen proyectos y planes mentales como nosotros: la mente es cosa humana...

—También lo es la inteligencia. Por lo menos así nos lo hemos atribuido modestamente los humanos, autoproclamándonos sapiens sapiens por partida doble. ¿No estaremos «antropomorfizando» el Diseño Inteligente?

—Pues es posible. En verdad los creyentes no creen: quieren que Dios exista.

—Tal vez a fin de cuentas todo este conflicto entre ciencia y religión ya lo concretó Monod en términos de azar y necesidad.

—El azar sería entonces la causa del Big Bang, ¿y la causa de la necesidad?

—Los miedos irracionales de sapiens.

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