Identidad del diseño colombiano
Es fundamental instalar un signo y acoger lo nuestro: hacer Colombia y valorar lo que hacemos para proyectarlo a un mercado que ha dejado de ser local.
Encontrar un diseño 100% colombiano y que este diseño hable de todo aquello que tenemos (nuestra diversidad y lo que proyectamos como país al exterior), se ha convertido en una labor que nos obliga a reconocer que somos únicos e irrepetibles y que las cualidades que nos han definido se han visto afectadas de la manera más literal por esas expresiones culturales venidas desde el exterior. Colombia es un país acostumbrado a la importación de productos y propuestas formales. No es muy común encontrar diseños nacidos, producidos y comercializados desde nuestro país, y esa es, quizás, la razón por la cual el diseño colombiano no tenga la identidad y el reconocimiento a nivel internacional que podría tener.
El mercado latinoamericano está frecuentemente bombardeado por productos venidos del exterior que logran ubicarse fácilmente por encima de los productos producidos localmente en términos de calidad y nivel de ventas. Del mismo modo, los diseñadores están fuertemente afectados por la copia y la subvaloración de su trabajo, lo que ha provocado que el diseño local no logre competir en el exigente mercado global.
En Colombia se pueden producir y comercializar muy buenos productos, más allá de la copia de ideas traídas de Europa, Oriente o Norteamérica. Los empresarios, ingenieros, diseñadores e industriales latinoamericanos deben entender que los mejores productos no fueron concebidos de la mente de un extraterrestre; fue un ser humano quien concibió la idea, tan humano como cualquiera de nosotros; idea que fue respaldada por un industrial tan o menos pujante y creativo que alguno que podamos encontrar en cualquier ciudad de nuestro país.
Industrias medianas como las del cuero, confecciones, mobiliario, calzado o joyería, que necesitan del diseño para hacer más competitivos sus productos en mercados internacionales. Por lo general estas industrias no valoran el trabajo de los jóvenes diseñadores formados en las facultades y escuelas colombianas. En cambio, cuando estos profesionales viajan a Estados Unidos o a países europeos como Italia o Francia se abren paso con sorprendente rapidez. Si nuestro objetivo es progresar, no podemos limitarnos solo a una mejora económica.
Un objeto bien diseñado tiene muchas ventajas sobre otros productos de calidades y prestaciones análogas, ya que estos carecen de la capacidad de comunicación, persuasión y convicción necesarias para atraer al comprador. La decisión de realizar un buen diseño significa plantear una estrategia empresarial a largo plazo que desarrollará productos con calidad, que será comunicada y traducida adecuadamente como parte muy importante del proceso.
De esta problemática parte esta reflexión. Se debe impulsar el diseño colombiano y darles oportunidades a aquellos diseñadores que aún no tienen un mercado donde vender y recibir el pago apropiado y justo por sus creaciones. Es necesario impulsar la identidad del diseño colombiano y latinoamericano al resto del mundo, de forma que los diseñadores encuentren un forma sencilla de dar a conocer sus ideas fomentando el trabajo propio y la creación de empresa. Será entonces cuando el diseño será valorado con la importancia que merece y este valor se verá reflejado en productos de excelente calidad y factura que podrán ser comercializados a nivel mundial a la par que cualquier competencia norteamericana o europea.
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