El arquitecto ¿es un investigador social?

Hacer proyectos arquitectónicos que destacan los palafitos, con nuevos conceptos y reinterpretaciones, es una muestra de poca profundidad en el análisis de la necesidad social.

Erick Bojorque, autor AutorErick Bojorque Seguidores: 21

Luciano Cassisi, editor EdiciónLuciano Cassisi Seguidores: 2016

Mi respuesta a la pregunta del título de este artículo es, definitivamente, no. El arquitecto no es un investigador social. La preparación de un arquitecto tiene otras condiciones muy particulares asociadas con la profesión de crear y construir. Sí podría hacerlo, ¿como no?, cuando la excepción dicte, ya que la mente de un arquitecto es capaz de ello y mucho que un profano, pero lo impide la lógica de la formación, de la instrucción y del cometido sincero de cumplir con las necesidades manifiestas.

Un arquitecto se forma diagnosticando y programando necesidades. El profesional no se detiene a pensar sobre el logos de aquellas necesidades, ni sobre si son o no una imposición familiar, cultural o académica. No, el arquitecto simplemente toma dicha acepción y la convierte en un evento cristalino tridimensional para ser usado.

Si a un arquitecto le piden que diseñe sobre el agua, que realice un palafito, es más que seguro que el resultado sea una genialidad que asombre a muchos y en especial a los que sirve, pero jamás se entendería si el arquitecto tomara las necesidades de su cliente y las convirtiera en objeto de estudio. No, claro que no. La razón misma de su profesión le lleva a diseñar y dar cabida a las necesidades planteadas, más no a saber si esas necesidades son meras especulaciones del inconsciente de proponente, si nacen de una verdad o son manipulaciones o imposiciones. Aún así, se da el caso en el que poco informados y muy avezados clientes o promotores o ensalzados instructores o ministros, hacen las preguntas de paquete que buscan comprometerlo en la investigación extra curricular; preguntas sencillas o de mucho peso como: ¿será bueno para el mercado este edificio?, ¿tendremos clientela?, ¿me convendrá el sector?; o mucho más utópicas como: ¿este proyecto ayudará al problema habitacional?, ¿piensa usted que es adecuada para la comunidad esta idea que tenemos?

Un arquitecto que se precie de serlo no debe caer en la «investigación a vuelo de pájaro» en la que las preguntas mencionadas lo enredan. Para cada una de ellas existe un especialista, cuya opinión puede dar al traste con el emprendimiento, pero esa no es la tarea del arquitecto.

Un proyecto de intervención etnográfica en donde aparece un arquitecto, ha de tener completamente la dirección de un antropólogo. Un proyecto social en donde se materializaran obras construidas, deberá en su liderazgo mantener a un trabajador social. No sería adecuado ni prudente ver a un arquitecto, por genial que sea, dando ideas sobre la aplicación de una necesidad nacida de la simple observación.

En esto nos detenemos, pues mucho se habla de proyectos arquitectónicos que fomentan el uso de tradiciones vernáculas de construcción, refiriéndonos específicamente a los palafitos en el litoral latinoamericano. El litoral es necesariamente una zona inundable, una zona que en ciertas épocas del año, por bendición de la naturaleza, yace bajo el agua, lo que le da las condiciones de ejido y de abundante paraíso. Claro, la necesidad de vivir «obligaba» a los usuarios, nativos o no, a construir sobre pilotes para evitar daños en sus pertenencias, mientras las temporadas invernales anegaban las planicies.

Eso sucedía en un tiempo pretérito. Hoy, sobre una necesidad sin análisis profundo, pretender elaborar planes de intervención arquitectónica, resulta a todas luces alejado de un entendimiento somero, por lo menos, de la exégesis de los orígenes de la necesidad de palafitos. Es totalmente equivocado partir de una realidad producto de necesidades ancestrales desconocidas en todas sus dimensiones, para solventar situaciones actuales.

En Ecuador, por ejemplo, el Gobierno Nacional ha emprendido campañas y proyectos muy interesantes acerca de estos eventos naturales. Primero se recomienda a los gobiernos locales que no construyan ni permitan edificar a sus ciudadanos en zonas inundables. De hecho esta es una visión muy acertada y lógica, que elimina de facto las poco acertadas ideas de que hay que planificar para los que tienden a vivir inundados. Una segunda intervención es con proyectos macro de control de inundaciones. Grandes piscinas artificiales ahora recogen el agua extra en las temporadas invernales para usarla de manera controlada y racional. Es decir se vive en plataformas. Así tomado el toro por los cuernos, aquellos habitantes cuyas viviendas estaban sobre pilotes, transforma esos espacios en habitables.

Realmente un arquitecto hace imprudencias al tratar de intervenir con propuestas que, claro esta, destacan valores de vida, pero que no son más que meros impulsos de pseudo-conservación. Resulta bonito para un hombre urbano ver pequeñas urbes sobre el agua. Pero, ¿se han preguntado alguna vez si a estas personas realmente les agrada vivir así? Una cosa es ver y otra sentir.

De igual manera podríamos hablar de los materiales de uso ancestral. La visión turística que envuelve al planeta en la actualidad quiere empañar los espejuelos de la verdadera observación. La guadua,1 por ejemplo, es un material hermoso, un material ecológico, con la versatilidad requerida para solventar cualquier requerimiento estructural o superestructural, incluso como elemento para vertedero. Pero les invito a vivir en una casa «tipo cabaña» construida con este material en temporada invernal rodeado de mosquitos y de calor. Ahí, la visión turística de efecto placebo, con respecto a las cabañas de ensoñador paraíso, desaparece.

Muchos dirán, «pero existen comunidades que quieren vivir así en virtud de su ancestro y cultura». Muchos quieren que así suceda. Muchos, que se encuentran cómodamente sentados en sus casas con aire acondicionado e Internet. Entonces, vale la pena preguntarse si aquella necesidad es una verdad intrínseca de la comunidad o simplemente la proyección de imposiciones o miedos, por ejemplo, a dejar lo conocido; o a múltiples razones que un investigador competente podrá encontrar y definir.

Digamos que el caso se presenta y que se debe planificar para un colectivo de 200 personas en palafitos en una zona remota. Digamos que así lo quieren. Sería completamente indeseable no dotar de, por lo menos, los requerimientos mínimos tecnológicos a aquellos. Claro que dadas las condiciones en que vivimos, estos requerimientos tecnológicos, se introducirían solos a través del uso del celular y de la Internet. Al final la comunidad necesariamente va a inclinarse hacia lo que somos en occidente y la rusticidad de los materiales será cambiada por concreto y ladrillo. Haría falta una plena intervención social para evitar que esto ocurriera, obviamente a sabiendas de que el catalizador de ello son los jóvenes, quienes dirán si tienen intención a de continuar o no. Configurar amalgamas de actualidad-ancestro es una bonita utopía del que quiere un paraíso que la Tierra a dejado de ser. Vivimos la época del arrasamiento, una época en la que el verde domina el paisaje, un verde que no es sino los arbustos sobreviviendo. Ya lejos han quedado las praderas de flores de colores, los bosques de árboles deliciosos. Solamente vivimos la belleza natural de las macetas.

Un arquitecto, a priori, no es un investigador social. Los proyectos —o concursos— de «viviendas sociales palafíticas» resultan de ponderar necesidades poco estudiadas, que se convierten en ideas descabezadas.

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  1. Guadua: planta gramínea parecida al bambú.
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Retrato de Fernando Sassone
0
Sept. 2015

El rol del arquitecto está tan, pero tan sobrevalorado... especialmente por los propios arquitectos, que se creen sociólogos, psicólogos, diseñadores gráficos, industriales, prosistas, escultores, pintores... y en ninguna de estas funciones pasan de ser patéticos mediocres.

Duro ¿no? Es que tengo demasiada experiencia con arquitectos, trabajando con ellos, para ellos, para colegio de arquitectos, haciendo campañas de valorización del rol del arquitecto en la sociedad... salvo contadas y honorables excepciones, hay una generalidad alarmante en cuanto a esto.

0
Retrato de Camilo Ardila
1
Oct. 2015

Está un poco duro lo de patéticos mediocres. Si hay un tema de egos y personalidades que es difícil de entender a veces, pero se puede aplicar básicamente a cualquier gremio profesional.

0
Responder
Retrato de Denise Fuantos R
0
Denise Fuantos R
Oct. 2015

Creo que habría que plantear primero qué es un investigador social, obviamente el arquitecto -dentro de su formación en la universidad- no tuvo una capacitación para ser investigador social, es más, pocas veces se le da la importancia que se merece a ese tema en particular. Existen maestrías en las cuales se enseña a profesionistas a ser investigadores y ahí si podríamos hablar ya de un arquitecto como investigador social, donde ya se tuvo una preparación para ello.

De ahí que concuerdo con el articulo, considero que el ejemplo que plantean en el articulo, no engloba al mundo de preguntas que un arquitecto podría plantear sobre su ejercicio en la sociedad, el preguntar sobre qué es la habitabilidad, cuál es la relación de la producción cultural con lo arquitectónico, qué tanto depende una de otra, que objetivos persigue el arquitecto cuando diseña, qué es lo que realmente hace el arquitecto cuando dice que diseña, etc., son también preguntas de un arquitecto investigador social.

0
Retrato de Orlando Quintero
2
Orlando Quintero
Oct. 2015

Precisamente la falta de investigación es la que ocasiona artículos como este, donde la crítica es escasa y aparece una postura conservacionista hacia la disciplina.

En efecto, el quehacer arquitectónico puede plantearse como uno investigativo, formar marcos teóricos, filosóficos y metodológicos para una constante.

Creo necesaria, pertinente, la formación en investigación dentro de la arquitectura, ya sea esta científica o filosófica, evidentemente relacionada con el ámbito social.

Me parece que la discusión está hoy postrada sobre esa pregunta, ¿las fronteras de lo que hace un arquitecto se expanden o es que emergen nuevos enfoques en los intersticios disciplinares?

Asimismo aparece otra pregunta, la que viene a discutir si el arquitecto se forma única y exclusivamente en academia o si es todo aquel que toma decisiones espaciales sobre el habitar. Me voy por la segunda, arquitectos somos todos, cada uno y ninguno.

1
Retrato de David Molina
0
Oct. 2015

Excelente aporte, comentario como anécdota personal, esto sucedió cuando le pregunte alguna vez a un arquitecto conocido mío lo siguiente.

Oye y tú ¿cómo es que diseñas, conceptualizas, investigas o en que te fundamentas para realizar una propuesta?

Confieso que esperaba que su respuesta me ayudara con ciertas dudas que tenía y por lo tanto pudiera ayudarme a resolver una interrogante en una investigación que desarrollaba para una clase en la universidad. El respondió pues primero me entrevisto con el cliente y analizamos juntos sus necesidades.

No es mi intención menospreciar ni criticar la forma en la que trabajan los arquitectos ¡para nada! Lo comento en relación al artículo publicado, considero que debe existir más de interés por la investigación y darle mejores soluciones a los problemas que se puedan encontrar en el desarrollo de un proyecto sea de la disciplina que sea.

0
Retrato de Mariam Robledo
2
Sept. 2015

Excelente planteamiento Bojorque. La innovación social no es trabajo de una sola disciplina. El éxito -o fracaso- de los proyectos sociales radica realmente en las habilidades que los profesionales poseamos para establecer procesos rigurosos y respetuosos de colaboración; reconociendo e integrando efectivamente los saberes aportados por las ciencias sociales, las artes y la tecnología. A mi parecer se trata de observar, aprender y tratar de replicar el balance perfecto en el cual transcurre el proceso evolutivo natural. Saber transformar es un arte y una ciencia a la vez. Los jóvenes mayores podemos ofrecer el soporte de la experiencia, pero debemos también aprender de los jóvenes menores, pues ellos son los agentes catalíticos de dicha transformación; está en su ADN. Como diría mi abuelo: "mija, llévale los zapatos al zapatero."

0
Retrato de Silvina Perez
4
Sept. 2015

Pienso que en toda profesión hay que hacerse preguntas, pero para que el que sabe las responda.

0
Retrato de Néstor Casanova Berna
0
Sept. 2015

No creo que deba generalizarse. No todos los arquitectos tienen por qué ser investigadores sociales, pero la opción tampoco debe negársele a quienes les interese la cuestión. Es falaz que los arquitectos tengamos una formación que nos habilita para algunas cosas y simultáneamente nos inhabilita para otras. Uno aprende a aprender. Lo que llegue a saber es asunto de vocación, talento y aplicación.

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Retrato de Javier Rodríguez
0
Sept. 2015

Muy interesante. Intento ir al grano (vía transcripción comentada):

a) "Un arquitecto se forma diagnosticando y programando necesidades…(pero) no se detiene no se detiene a pensar sobre el logos de aquellas necesidades, ni sobre si son o no una imposición familiar, cultural o académica"

a1) el programa de necesidades (que el arquitecto debe producir) es básica y obviamente el correlato espacial de relaciones sociales.

a2) aunque obviamente el arquitecto no es un especialista-sociologo, mal podría diseñar sin el conocimiento/interpretación (desde su lugar) de dichas relaciones sociales.

b) Palafitos: Pueden (o no) ser una respuesta adecuada a un problema dado (dependerá del contexto); que podrán (o no) implicar un uso contemporáneo de materiales, sistemas constructivos, u otra tecnología diversa, etc…De allí: ¿por qué la generalización?…

cordiales saludos

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