Diseño y sentimientos

Cuánto tiene que ver el diseño interior de una casa con lo que siente el que la habita. Qué agrega la intervención profesional en un ámbito donde se expresa la intimidad personal.

Andrés Gustavo Muglia, autor AutorAndrés Gustavo Muglia Seguidores: 137

Gabriel Simón, editor EdiciónGabriel Simón Seguidores: 222

Recuerdo hoy la entrevista a un galán de telenovelas en una revista del corazón. El recuerdo no vendría a cuento sino fuese que el galán, orgulloso, mostraba su propia casa y sus diversas dependencias. Sorprendía a primer golpe de vista que aquel actor, diariamente tan apasionado y efusivo en sus besos con la heroína de turno (un grosero estereotipo del latin lover), viviera en un ambiente que más parecía el de un convento, o peor, el de un quirófano.

Las diversas habitaciones de su casa, diseñadas por un interiorista siguiendo el último grito de la moda minimalista, recordaban aquella otra en donde torturaban al héroe de 1984 de George Orwell. Una alternancia de planos blancos, algún toque de cromo luminoso (algún mueble de Mies Van Der Rohe o de Le Corbusier), y mucha luz. Así dispuesto, el ambiente se identificaba mejor con un laboratorio que con un hogar. El diseño de interiores había ganado un espacio que, tras su intervención, no decía nada de su dueño.

Partamos de una definición simple: qué entendemos por hogar. Nuestro hogar es una casa, pero mucho más importante, es nuestra casa. Y lo que la diferencia de otras casas es que está llena de recuerdos. Estos pueden ser materiales: muebles, libros, discos (¡que antigüedad!), fotos, cuadros; o bien vivencias asociadas a un objeto, lugar o rincón específico. De tal suerte la distribución de objetos dentro de este capullo en el que nos sentimos protegidos del mundo exterior, tendrá una lógica ligada a los sentimientos, lo cual, aunque resulte paradójico, tiene su explicación.

Como en el interior de nuestra propia conciencia, guardaremos allí cosas que quizás podrían provocar nuestra vergüenza ante intromisiones externas. Tal vez aquel sillón desvencijado donde nos sentamos a ver películas con café en mano, no pasaría el filtro de un diseñador. Pero precisamente no lo hará porque reflejará con certeza la dimensión afectiva de los objetos. Estos están cargados de sentido, connotan significados que los exceden, que los hacen traspasar su condición de meras cosas. Acerca de esta dimensión emotiva de los objetos, Donald Norman apunta en su libro Emotional Design: Why We Love (or Hate) Everyday Things: «Un objeto favorito es un símbolo, que puede despertar una imagen positiva en la mente, un recuerdo de un momento placentero, y a veces ser también una expresión de nosotros mismos».1

Existe entonces un lazo afectivo en nuestra relación con los objetos. Ellos despiertan sentimientos en los usuarios; gustan o disgustan lejos de sus condiciones de utilidad. En la actualidad no basta con que una cosa «sirva», además tiene que seducir (bien lo sabe la publicidad). Eso deja fuera de juego el antiguo ideario racionalista donde el objeto debía solamente «funcionar» o satisfacer una necesidad. «La forma sigue a la función» (form follows function, las tres efes), aquel viejo postulado atribuido a Louis Sullivan, o antes de él al biólogo francés Lamarck, podría cambiarse hoy por el de «la forma sigue al deseo» o bien: «el lado emocional de un diseño es tal vez más importante para el éxito de un producto que su practicidad».2

¿Como crear ese objeto? No es el objetivo de este artículo dilucidar ese arcano. Sí forma parte de las ambiciones del mismo aportar algo de luz sobre el hecho de que, en cualquier hogar promedio, encontraremos conviviendo una mezcla heterogénea de muebles y objetos de diversos estilos y épocas; algunos irreconciliables entre si. ¿Se debe esto a una carencia de formación de sus habitantes en el plano estético? Quizás no.

Lo que sucede es que estos objetos tendrán una «fuerza» más poderosa que su valor en tanto que diseño. Muchos serán inamovibles (el aparador de la abuela, la lámpara de la tía Rosalía) por razones lejanas a lo estético y cercanas a lo emotivo. Y esta abigarrada combinación de fotos playeras, suvenires de bautismo y jarrones ingleses de fin de siglo, reflejarán algo más profundo que las inquietudes decorativas de los habitantes de esa casa. Serán como una extensión de su ser, un lugar (interior) que tenga que ver con su propia intimidad. Podrá quizás resultar chocante a aquel que no conozca la historia de los que allí cohabitan, pero conformará para ellos una especie de remanso de comodidad hecho a su medida.

¿Cómo podría entonces un diseñador de interiores interpretar el gradiente de intimidad de secretos sentimientos que conforman un hogar? ¿Dónde esconde el sonriente actor de nuestra revista todos sus recuerdos? ¿En qué lugar de este quirófano reluciente oculta sus miserables fotos amarillentas? ¿Dónde se descalza y duerme la siesta? ¿En ese sofá de impecable cuero blanco que no invita a sentarse? ¿En esa chaisse longue impoluta que más parece el sillón de un dentista?

Es evidente que nuestro denostado actor, hombre que vive de su imagen, no hizo otra cosa que extender ese ejercicio de impostura a su propio hogar. Nos muestra con jactancia que es un hombre sensible a la belleza del diseño (o su interiorista lo es), pero su casa no nos dice mucho de él. Es una escenografía más por la que transita, sin sello alguno de su personalidad. Y aunque este ejemplo que traigo a colación sea quizás un caso extremo, no lo es tanto si atendemos a las lujosas ediciones sobre diseño de interiores que nutren los quioscos y librerías. Todos los ambientes allí expuestos parecen ensoñaciones, decorados con bellos diseños dispuestos para la mirada, pero no para que la gente viva en ellos. Casas de ventanales kilométricos como las de Richard Meyer, sin una triste cortina para protegernos de los rigores del sol matinal o de la inoportuna mirada de los vecinos. Pisos lustrosos donde una eventual miga de pan caída en el desayuno hace prever inminentes y sonoras alarmas. Jardines como cortados con peine y tijera que se muestran extraños a cualquier juego infantil que incluya un arco y una pelota. Hogares helados para maniquíes.

¿Demuestra esto que la apropiación de estos muebles y objetos «de diseño», en su mayoría de alto valor económico, es un movimiento simbólico con la intención de demostrar un cierto estatus social? Como lo son ciertos automóviles, vestimentas de moda o joyería. Tal vez; aunque la visión suena demasiado simple. Lo cierto es que la intervención de los interioristas, tan bienvenida a veces en los espacios compartidos (decir públicos sería demasiado): shoppings, salas de entretenimientos, cadenas de comidas, bancos, edificios de oficinas; se ve desubicada cuando pasa del espacio compartido al íntimo. Lo desdibuja, lo convierte en parte de un simulacro (como decía Baudrillard), le quita lo poco de auténtico que, sometidos a las convenciones sociales (en la vía pública, en el trabajo, en el trato tabulado por relaciones jerárquicas) todavía conservamos, malogrando un espació asistemático, íntimo, hecho a nuestra medida y con nuestros objetos; que están ligados a los sentimientos. Un hogar.

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  1. Norman, D. A.: Emotional Design: Why We Love (or Hate) Everyday Things, Basic Books, New York, 2004, p17.
  2. Ibídem. p15.
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Este artículo no expresa la opinión de los editores y responsables de FOROALFA, quienes no asumen responsabilidad alguna por su autoría y naturaleza. Para reproducirlo, salvo que estuviera expresamente indicado, por favor solicitar autorización al autor. Dada la gratuidad de este sitio y la condición hiper-textual del medio, agradeceremos evitar la reproducción total en otros sitios Web. Publicado el 19/06/2013

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Ilustración principal del artículo ¿Y a mí qué me importa?
¿Y a mí qué me importa? Imagen, medios y falta de intimidad. Messi, la fiebre mundialista y los medios que a través de la imagen nos ofrecen lo que no necesitamos.

Debate

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Retrato de José Gabriel Diaz
0
Jun. 2013

Hola Andrés gracias por compartir esto, soy diseñador gráfico y de interiores. Al cliente se le debe entender he indagar para «sacarle» su problema. Esto todos los que participamos de FOROALFA lo sabemos, pero el objeto en diseño de interiores es respetado pero no es el todo como entiendo que se enfoca en tu artículo -de nuevo muchas gracias por abrir el debate y compartir- en diseño de interiores lo que se genera son ambientes ¿con que objetos? con los que sean mejor para cumplir el fin, es como comprar un auto, el modelo que desee el cliente, igual va a transportarle.

Agradecido José Gabriel

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Hola José, gracias por tu comentario. Como yo lo entiendo, el hogar es también una expresión íntima y personal de su dueño, sus gustos, sus costumbres, etc. Entiendo que la intervención de un tercero en ese espacio tiene que ser muy sensible para no ser una «intromisión», que es lo que a veces veo que pasa en las cosas que se muestran como ejemplos.

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Retrato de José Gabriel Diaz
0
Jun. 2013

Entiendo, pero poniendo a el auto como ejemplo, cada quien decide si colocarle un stiker o dejarlo original, lo que vemos en las revistas es el original, ¿no? ¿que opinas?

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Hola José. Lo del ejemplo del auto no lo veo análogo a un hogar. El auto es un producto seriado con escaso margen de personalización (salvo que uno se meta de lleno en el tunning). En cambio la casa, el hogar, sí la hacemos a nuestro gusto o la compramos hecha o la alquilamos, puede ser una cáscara que llenemos de nuestra personalidad. La intervención de un tercero la veo justificada si por ejemplo soy un empresario que doy cenas y tengo que montar una escenografía para mostrar una cierta imagen a quienes invito a mi cena. Pero eso ya no es un hogar, es una imagen que deseo crear.

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Retrato de José Gabriel Diaz
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Jun. 2013

Entiendo tu punto y me gustarIa preguntarte ?como un interiorista escapar de las tendencias? Agradecido por tus respuestas JGDIAZ

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Retrato de Natalia Perez
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Natalia Perez
Jun. 2013

(continuando el comentario anterior que publiqué)El diseñador vincula a través del proyecto aquellos anhelos y deseos que conducen a la felicidad del habitante, pero es a través del concepto de belleza de la persona para la que uno desarrolla el proyecto. No es ajeno al contenido emocional que se deposita en los elementos y objetos, sino que justamente trabaja a partir de lo que permanecerá en el lugar por la importancia que tiene para quien vive ahí. Claro está que no somos la mayoría quienes se manejan de esta forma pero como en toda profesión existe el margen que equilibra la balanza.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

No miro sólo revistas. Miro también libros de arquitectura y voy a expos de diseño, y me parece MUY importante lo que se muestra allí porque eso forma el gusto del consumidor. Me gustaría saber qué siginifica que las personas «habiten saludablemente en su hogar», como vos decís. Entiendo que muchos profesionales no trabajan como debieran y otros quizás sí, tal vez vi demasiados ejemplos de los primeros, pero es lo que se ve de ese mundo desde afuera (publicaciones, etc) vos quizás conocés, porque lo ves del lado de adentro, lo que yo no vi. Saludos y gracias por el comentario.

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Retrato de Natalia Perez
0
Natalia Perez
Jun. 2013

Hola Andrés, ejemplos que pueden graficar lo que te comentaba es el dormir en un colchón finito el cual causa que uno descanse mal generando malestares corporales, o el hecho de leer sin una luz de color e intensidad correcta produce que uno esfuerce la vista, cada elemento de la casa debe tener una proporción y altura adecuada para el desarrollo de la tarea y para que las personas mantengan una buena postura, cuidando de esa forma su salud. La ergonomía es la disciplina que trabaja sobre esto y es el punto de partida del diseño, eso lamentablemente no se comunica debidamente, saludos.

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Retrato de Josefina Bechem Arroyo
3
Jun. 2013

El límite del significado»la forma sigue la función»se lo coloca c/uno; la palabra forma contiene en su manifestación todo un estudio que responde no solo a la función práctica sino también a la simbólica y estética.

Las imágenes descritas pueden hablar de casas a estrenar, la vida de hogar viene después; sería como comprar una campera con rotura y mancha de barro incluidas. Una nueva etapa de vida puede motivar a un desapego de cosas materiales o alguien tan expuesto quizá no le interese seguir comunicando a través del mundo material. Son puntos que expongo porque no es tan fácil juzgar.

1
Retrato de Germán Cantor
2
Jun. 2013

De acuerdo, Josefina. Algunos incluimos lo simbólico dentro de las funciones.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

De eso precisamente hablábamos, de objetos en tanto símbolos. Y lo simbólico no lo asigna el usuario? Yo creo que sí. Y ya que estamos bordeando lo semiótico: esos objetos de diseño, no son meros significantes sin significado? el significado que les asigna lo afectivo está ahí? No se, cada cual tiene sus opiniones y todas merecen mi respeto.

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Retrato de Andrea Avile
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Jul. 2020

Hola Andrés,

Creo que por más que tratamos de separar los sentimientos del diseño, en una magnitud estarán presentes de todas formas. Y, ¿a qué me refiero por separar sentimientos del diseño? Puedo explicarlo con un ejemplo que vi el otro día que le pasó a un colega. El tenía como asignación, diseñarle un logotipo a otra compañera. Pero, ¿qué pasa?... él lo diseñó según la personalidad de ella. El logo era para su marca personal de diseñadora la cual ella quería que tuviese cierto aire de seriedad. Y él le diseñó la marca toda 'tierna' y 'dulce' porque así es ella como persona. Pero a sus clientes no les importa eso, porque no van en busca de una diseñadora adorable, sino que van en busca de una diseñadora profesional y que exprese seriedad en su trabajo. Entonces, en ciertos casos, no puede haber esto del sentimentalismo. Claro, seguimos siendo humanos, así que no hay manera de 100% separar estos dos. Sin embargo, en otras situaciones como el diseño de un hogar o de una habitación, sí se busca que refleje la personalidad de quien viva ahí para que se sienta cómodo.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jul. 2020

Hola Andrea, gracias por tu opinión. En el caso de tu compañera, quien le diseñó el logo se salteó el primer paso de cualquier diseño: básicamente informarse acerca de lo que está diseñando ya sea con entrevistas con su cliente o con trabajo de campo, creo que ese fue el inconveniente. Trabajó mal. En el caso del diseño de interiores ya el problema es más ambiguo.

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Retrato de Juan Lara
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Jun. 2013

El gusto que exhibe el personaje que usted menciona responde a un fetichismo por las mercancias que va al vaivén de la tendencia de turno, tendencia que a la vez el diseñador sea gráfico, de interiores, arquitecto, de moda, apropia y vende como quien vende el utensilio, el perfume, el video, el plato de moda. Inclusive el afecto hacia lo íntimo hogareño encuentra también, y de acuerdo a Baudrillard, su razón de ser en el valor simbólico que le damos a los objetos. Difícil como individuos y como diseñadores desujetarnos de la lógica capitalista, más aún en tiempos posmodernos.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Hola Juan. Estoy de acuerdo en lo que dices. El diseñador sería entonces un mediatizador de la moda del momento, que cumple la función de brindar un servicio de «actualización» fetichista a quien lo pida. Eso en el peor de los casos, como decía Natalia más abajo. Yo también lo veo más o menos así.

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Retrato de Natalia Perez
0
Natalia Perez
Jun. 2013

Escribir una nota en base a los ambientes que se publican en las revistas y desde allí concluir en que la función del Diseñador de interiores en un hogar esté malograda me parece que no es material suficiente para hacer una sentencia semejante, estás desconsiderando aquella valiosa información que justamente no está impresa. El diseñador de interiores que comprende realmente su profesión utiliza su conocimiento para que las personas habiten saludablemente en su hogar, escucha a su cliente y lo interpreta.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Respondo + arriba

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Retrato de Io Sapa Ti
0
Jun. 2013

La angustia que trata Sartre me parece que va enfocada hacia otro tema. No es al miedo de sí la frazada va a durar más tiempo que yo, es a la variedad de opciones que tengo para elegir: cual compro?, la cuido o no?, es más una preocupación sobre mi responsabilidad.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

La angustia de Sarte está orientada nada más (ni nada menos) que ha existir, lo de la frazada es un mero ejemplo. La angustia existencialista (las angustias existencialistas porque no era una sola) forman parte de experimentar como sentimiento nuestra propia caducidad y la angustia que eso refleja. Lo de que los objetos duren más que nosotros (la frazada o cualquier otro) no es más que un disparador que nos pone en un lugar que provoca vértigo: saber que nosotros tenemos fecha de vencimiento. Saludos

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Retrato de Wendy Garcia
0
Jun. 2013

Concido contigo. Como hobbie hago piezas para decoración de interiores y me conflictúa cuando el diseño se vuelve el amo de los hogares y los transforma en escaparates (quizá por no ser interiorista de carrera, o porque me gusta conservar recuerdos materiales). Hay una frase que en su prmer parte y desde mi punto de vista, es la esencia de un hogar: «La casa tiene que ser un vientre materno donde te guste estar, pero si te sientes incómodo es porque hay energías no muy puras que es necesario eliminar».

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Completamente de acuerdo. La casa está hecha a mi medida, y yo soy único (todos lo somos). ¿Otro interpretará mejor que yo lo que yo necesito? Eso da para un debate largo, mi ambición (humilde) era abrir ese debate. Saludos

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Retrato de Jorge Rojas
0
Jun. 2013

Esta bueno, Donald Norman nos habla mucho de esto, por mi parte me hizo recordar una frase de Paul Auster que dice»Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen».

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

Me gustó lo de Auster. Es un poco darse cuenta que una frazada o cualquier lámpara comprada en los chinos, si se la cuida medianamente (o se la ignora) va a tener más vida útil que el humano promedio, lo va a «sobrevivir»; sobre la angustia que eso provoca haríamos bien en revisitar a Sartre y compañía. Saludos

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Retrato de Fernando Casas
20
Jun. 2013

Buen artículo. Habla del fenómeno de la impostura: tratar de aparentar ser quienes no somos (quizá porque en el fondo no sabemos quienes somos o peor, sí lo sabemos y nos aterra). Tristemente el diseño contemporáneo parece estar pensado para quienes buscan máscaras (parecerse desesperadamente a alguien más); para ser aspiracional antes que útil y sensato.

Recomendaría la lectura de Gilles Lipovetsky para complementar.

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Retrato de Andrés Gustavo Muglia
137
Jun. 2013

He leído algo a Lipovetsky: El imperio de lo efímero me gustó, pero igual entiendo que Lipovetsky encuentra una suerte de liberación en la superficialidad, de democratización que no se si comparto. Es un concepto original de la moda y de lo permeable que puede ser la imagen de cada quien a otras imágenes que se nos imponen. Baudrillard ve en eso algo negativo, Lipovetsky positivo; cada maestrito con su librito. Gracias y saludos

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