Consejos de Don Nadie para la vida

Hace unos años, mientras hacía mi tesis de grado, comencé a trabajar en una empresa de ingeniería en la que el ambiente era increíble. Ganaba bien y hacia lo que me gustaba. Después de presentar mi tesis y finalizar mis estudios, trabaje unos meses más y tome la decisión independizarme empezando desde cero, contemplando la posibilidad de consumir mis ahorros para cumplir con mi sueño. Los comentarios de amigos y familiares eran bastante parecidos: «todavía no, te falta experiencia», «¿por qué mejor no te quedas ahí un tiempo y te compras un auto y otras cosas?», «el mercado está saturado de diseñadores», etc.

Aunque muchos  los comentarios tenían una cuota de razón, me lancé, decidí intentarlo y jugármela, quería ser como los diseñadores que leí en los libros, los que veía en internet, en videos, en charlas de TED, de esos a los que se les hacen entrevistas preguntándoles sobre sus últimos proyectos. Quería sentir que yo tomaba las decisiones, que podía manejar mi tiempo, trabajar a la hora que quería en mi propia oficina, tener mi propio estudio y crecer. Ha pasado el tiempo y todavía no he llegado ahí.

Es difícil empezar. Ir a reuniones donde te miran con cara de «¿y este de dónde salió?, ¿quién es?». Pasar mucho tiempo en conversaciones desgastantes para que al final te digan que no; mandar emails y que te digan «no, gracias» o que simplemente no te contesten. De vez en cuando un «nosotros te llamamos», la manera cortés de decir: «¡No molestes más!». A veces, es duro trabajar así, nadie quiere tener que pasar por eso.

Un día le comenté a mi padre cómo estaba funcionando mi emprendimiento.

—¿Sabes lo difícil que es tocar puertas, presentarte para que casi siempre que te digan «no»?

—Claro, si eres un don nadie, —respondió mi padre con poca simpatía pero mucho realismo. —Todos comenzamos así.

A veces nos olvidamos de que conocimos a personajes como Jobs, Gates, Rosa Parks, Zuckerberg, Page y Luther King, recién cuando llegaron a la cúspide, y aunque hemos leído sobre las peripecias que tuvieron hacer, no tomamos total consciencia de lo que sufrieron.

Los que estamos empezando partimos todos del mismo peldaño. Es difícil creerte el cuento, salir a venderte o darte a conocer sabiendo que muchas veces te rechazarán. Uno se pregunta: ¿quién soy yo para ir a preguntarle a Coca-Cola si le interesa auspiciar mi evento?, ¿quién soy para preguntarle a Google si le interesa mi idea?, ¿quién soy yo para acarrear un montón de personas?, ¿quién soy yo, aparte de ser hijo de mi madre?

Mientras escribo este artículo pienso: ¿Quién soy yo para publicar? ¿Por qué aceptará el editor lo que estoy escribiendo? ¿Quién leerá este texto, escrito por un verdadero desconocido?

Pero por increíble que parezca —y no necesariamente es cuestión de suerte—, hay gente que cree en uno: gente que te da el vamos. Como tu, que estás leyendo en este instante. Muchas veces —si no siempre— es uno mismo el que se tiene que dar la aprobación ¿Quién lo haría si no? Uno debe hacer lo que realmente quiere, lo que sueña y lo que anhela. Acepta este consejo de un Don nadie: cree en ti mismo, como lo hicieron las personas que admiras, que a pesar de todo siguieron adelante contra viento y marea.

Crea un blog, escoje un nick y escribe en internet y en todos los blogs que les parezca interesante. Manda emails a gente que piense como tu o que admires, habla con los raros, los populares, con los maestros y con los tipos que exponen en las conferencias. Saluda al de al lado y cuéntale lo que haces. Habla de estupideces que te interesen y pierde el miedo a mostrarte.

Jobs fue echado de su propia empresa, Gates perdió millones, Luther King fue censurado, J.K. Rowling despedida, en el colegio de Einstein decían que no tenía futuro, Beethoven era sordo. Todos, desde abajo, con una idea.

¿Qué es lo mejor de ser un don nadie? Que cuando falles nadie se enterará.¹

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