Color: el largo camino de la pantalla a la impresión
Más que un diseño creativo o espectacular, el diseñador también necesita un óptimo control del color en el proceso de producción gráfica.
En mi experiencia como productor gráfico muchas veces he escuchado la frase «los colores no quedaron como se veían en mi pantalla», y siempre llego a la misma conclusión. Gran parte de los diseñadores olvidan que el color final no es necesariamente el color que uno ve en una pantalla de computador.
Obtener el color correcto en un impreso depende de factores como el proceso de impresión a utilizar o si la pantalla está calibrada o no, por esto siempre recomiendo a los principiantes que no tengan el cuenta el color que se ve en la pantalla, que aprendan a interpretar los porcentajes que aparecen en la paleta de color del software, que conozcan las características del sustrato a utilizar y las tintas de impresión.
La pantalla y la impresión trabajan en espacios de color diferentes. El de la pantalla es más amplio, por tanto es muy posible que al imprimir las imágenes se vean menos vivas. Por eso se recomienda finalizar en CMYK o utilizar el aviso de gama de Photoshop por ejemplo. Ahora bien, cuando sabemos interpretar la paleta de color o una muestra de color tomada de una imagen, podemos tomar los correctivos del caso para obtener el tono más cercano al deseado. Por ejemplo: en pantalla un amarillo al 100% con 20% de negro puede verse suavemente oscuro pero en la realidad es un ocre. Por ello es recomendable dosificar el negro en un 5 al 7%. Otro caso: pensemos en una trama o marca de agua, posiblemente una transparencia al 20% se vea adecuada en la pantalla, pero lo óptimo para imprimir es trabajarla entre el 5% y el 10%.
En el caso de imágenes o fotografías, muchos no tienen en cuenta que el color más difícil de controlar (sobre todo cuando de retratos se trata) es el magenta, y es por ello que muchas veces los rostros quedan cargados (rojizos) o faltantes (amarillentos). También es posible que con la ganancia de color terminen muy oscuras al imprimirse. Por esta razón se recomienda aclarar el color de la piel en general un 10% para contrarrestar este efecto, equilibrar el magenta y evitar el resultado rojizo.
De igual forma, conocer el tipo de proceso de impresión influye en el resultado. Los colores nunca se ven iguales impresos en láser digital o gran formato (donde hay mínima ganancia de punto), en litografía (donde es del 5% al 10%), en tampografía (donde los sustratos son materiales diferentes al papel) o en sublimación, sin olvidar que las bases de los pigmentos son totalmente diferentes.
Como productor gráfico experimentado, recomiendo a todos aquellos que se dedican al diseño gráfico que, antes de dar por finalizado un diseño, es una buena opción buscar la opinión de un impresor reconocido que pueda aportar consejos sobre el pre-flight correcto, la posibilidad de elaborar pruebas de impresión y recomendaciones de diseño directamente relacionadas con la producción.
Lo más importante para los diseñadores profesionales es reconocer en el impresor un aliado y no un enemigo, que nos puede acercar a un mejor producto final, y nos puede brindar sus conocimientos prácticos que mejorarán nuestras capacidades y nos permitirán ofrecer un mejor producto a nuestros clientes.
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